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De El Salvador a Irak: El hombre de Washington detrás de los escuadrones de la muerte

Published on: sábado, 29 de mayo de 2021 // ,

Durante más de un año The Guardian ha estado tratando de ponerse en contacto con el ex-coronel Jim Steele, de 68 años, para preguntarle sobre su papel durante la guerra de Irak como enviado personal del secretario de Defensa Donald Rumsfeld ante los Comandos Especiales de la Policía de Irak: una fuerza paramilitar temible que dirigía una red secreta de detención centros de todo el país donde se torturaba a las personas sospechosas de rebelarse contra la invasión liderada por EEUU para obtener información.


Comandos especiales de la policía montando guardia en Najaf, 160 km (100 millas) al sur de Bagdad en enero de 2007


En el décimo aniversario de la invasión las acusaciones de la existencia de vínculos de EEUU con dichas unidades, responsables de acelerar el descenso de Irak en una guerra civil, dan una nueva y polémica perspectiva a la ocupación stadounidense de Irak. La investigación se inició hace más de un año tras la filtración en internet de millones de informes militares secretos de EEUU, que contenían menciones a que se ordenó a soldados de EEUU ignorar la tortura. El soldado Bradley Manning, de 25 años, se enfrenta a una condena de 20 años, acusado de filtrar secretos militares.


El coronel James Steele


El papel de Steele fue fundamental. Fue la figura encubierta de EEUU detrás de la recopilación de inteligencia de las nuevas unidades de comando.  El objetivo: parar la incipiente insurgencia sunita en sus inicios mediante la extracción de información de los detenidos. Fue un papel hecho a medida para Steele. El veterano se había forjado una reputación en El Salvador casi 20 años antes como jefe de un grupo de asesores de las fuerzas especiales estadounidenses que estaban creando y financiando al ejército salvadoreño para combatir la guerrilla del FNLM. Estas unidades gubernamentales se ganaron una temible reputación internacional por sus actividades como escuadrones de la muerte. En su autobiografía Steele describe su trabajo allí como el "entrenamiento de la mejor fuerza de contrainsurgencia" en El Salvador.


James Steele en El Salvador



De su experiencia en El Salvador en 1986, Steele dijo al Dr. Max Manwaring, autor de El Salvador at war: An Oral History: "Cuando llegué aquí, había una tendencia a centrarse en los indicadores técnicos... pero en una insurgencia el enfoque tiene que centrarse en los aspectos humanos. Eso significa que hay que lograr que la gente hable contigo".


El Salvador, años 80: Cadáveres de víctimas de los escuadrones de la muerte encontrados con sintomas de tortura; en el cartel: "Por subversivos. Les saluda el escuadrón".


Pero que EEUU armase a uno de los bandos del conflicto aceleró el descenso del país en una guerra civil en la que murieron 75.000 personas y un millón (de una población de 6 millones) se convirtieron en refugiados. Según Celerino Castillo, agente especial experimentado de la Drug Enforcement Administration (DEA, Administración de Control de Drogas) que trabajó junto a Steele en El Salvador, "la primera vez que oí que el coronel James Steele iba a ir a Irak dije que iban a poner en práctica lo que se conoce como la 'Opción Salvadoreña' en Irak y eso es exactamente lo que pasó. Yo estaba hecho polvo porque sabía que atrocidades se iban a cometer en Irak, que ya conocíamos de El Salvador".


Civiles asesinados en El Salvador por escuadrones de la muerte anticomunistas


Fue en El Salvador donde Steele entró en contacto por primera vez con el hombre que acabaría dirigiendo las operaciones estadounidenses en Irak: David Petraeus. Por aquel entonces con el rango de mayor, Petraeus visitó El Salvador en 1986 y se dice que incluso fue huesped en la casa de Steele. Pero mientras Petraeus logró llegar a la cúspide,  la carrera de Steele fué afectada por un obstáculo inesperado al verse involucrado en el escándalo Irán-Contra. Como piloto de helicóptero que también tenía una licencia para volar aviones, dirigió el aeropuerto desde donde los asesores norteamericanos transportaban  ilegalmente armas a las guerrillas de extrema derecha de la Contra en Nicaragua. Aunque la investigación posterior del Congreso acabó con sus ambiciones militares, Steele se ganó la admiración del entonces congresista Dick Cheney, que formaba parte del comité y admiraba los esfuerzos de Steele en la lucha contra los izquierdistas, tanto en Nicaragua como en El Salvador. 


El general David Petraeus en Irak (2006) junto a Dick Cheney, vicepresidente de EEUU


A finales de 1989 Cheney estaba a cargo de la invasión estadounidense de Panamá para derrocar al que antaño había sido su favorito, el general Manuel Noriega. Cheney tomó a Steele para hacerse cargo de la organización de una nueva fuerza de policía en Panamá y ser el principal enlace entre el nuevo gobierno y el ejército de Estados Unidos. Todd Greentree, que trabajaba en la embajada de Estados Unidos en El Salvador y conocía a Steele, no se sorprendió de que reapareciera en otras zonas de conflicto: "No se llama 'guerra sucia' por casualidad; por eso, no es sorprendente ver que quienes están relacionados con este tipo de guerra y saben como llevarla a cabo, reaparezcan en diferentes lugares del mundo en estos conflictos".


Tras el final de las guerras en Centroamérica, Steele trabajó en los años 90 como alto cargo en el sector energético, trabajando entre otras empresas para ENRON. Hoy es CEO de la empresa Buchanan Renewables, dedicada a producir biomasa en Liberia.


Una generación más tarde, y a medio mundo de distancia, la guerra de EEUU en Irak iba de mal en peor. En 2004, los neoconservadores habían desmantelado el aparato del partido Baathista, lo que hundió el país en el caos. Un alzamiento de la mayoría sunita estaba ganando terreno y causando graves problemas en Faluya y Mosul. Hubo una reacción violenta contra la ocupación estadounidense que se cobraba las vidas de más de 50 estadounidenses al més en 2004. El Ejército de EEUU se enfrentaba a una insurgencia guerrillera poco convencional en un país que conocía muy poco. En Washington DC se había hablado ya de usar la Opción salvadoreña en Irak y el hombre que iba a encabezar esa estrategia ya allí. Poco después de la invasión de marzo 2003 Jim Steele estaba en Bagdad como uno "asesores" más importantes de la Casa Blanca, enviando informes a Rumsfeld.  Sus apuntes eran tan valorados que Rumsfeld se las pasó a George Bush y Cheney. Rumsfeld habló de él en términos elogiosos.  "Hemos tenido conversaciones con el general Petraeus ayer y tuve una conferencia hoy de un hombre llamado Steele que ha estado por ahí trabajando con las fuerzas de seguridad y que de hecho  ha llevado a cabo un trabajo maravilloso como civil".


Steele mantenía contacto directo con Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa de EEUU, que reenviaba sus informes al presidente y al vicepresidente de EEUU


En junio de 2004 Petraeus llegó a Bagdad con el encargo de entrenar una nueva fuerza policial iraquí especializada en la contrainsurgencia.  Steele y el coronel de EEUU James Coffman presentaron a Petraeus a un pequeño grupo de comandos endurecidos de la policía, entre los cuales estaban supervivientes del antiguo régimen como el general Adnan Thabit, condenado a muerte por un complot fallido contra Sadam, pero salvado por la invasión de EEUU. Thabit, seleccionado por los estadounidenses para dirigir los comandos especiales de la policía, estableció una estrecha relación con los nuevos consejeros. "Se convirtieron en mis amigos. Mis asesores, James Steele y el coronel Coffman, provenían de las fuerzas especiales, por lo que me beneficié de su experiencia... pero la principal persona con la que solía ponerme en contacto era David Petraeus".


Adnan Thabit (o Tharbet), jefe de los comandos especiales de la policía iraquí durante la ocupación por EEUU


Con Steele y Coffman como sus principales hombres, Petraeus comenzó a entregar dinero de un fondo multimillonario a lo que se convertiría en los Comandos Especiales de la Policía. Según la Oficina de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos, recibieron una parte de un fondo de 8.200 milllones de dólares pagados por el contribuyente estadounidense. La cantidad exacta que recibieron es un secreto. Gracias al acceso casi ilimitado de Petraeus a fuentes de financiación y armas, y a la experiencia práctica de Steele en la contrainsurgencia, se pudieron poner en marcha las bases necesarias para que los comandos se convirtiesen en una fuerza aterradora.


Emblema de la Brigada de los lobos, más tarde llamada brigada de la libertad, entrenada por Steele y responsable de incontables masacres de civiles (FUENTE)


Un elemento adicional completó el conjunto. Los EEUU habían prohibido la participación en las fuerzas de seguridad de miembros de las violentas milicias chiítas como la Brigada Badr y el Ejército del Mahdi, pero en el verano de 2004 eliminaron esa prohibición. Miembros de las milicias chiítas de todo el país llegaron en masa a Bagdad para unirse a los nuevos comandos.  Estos hombres estaban dispuestos a luchar contra los sunitas: muchos buscaban venganza por décadas del gobierno brutal de Sadam apoyado por los sunitas, y la oportunidad de responder a los insurgentes violentos y el terror indiscriminado de al-Qaida. Petraeus y Steele desencadenaron esta fuerza local contra la población sunita, así como contra los insurgentes y sus simpatizantes y cualquier otra persona que tenía la mala suerte de cruzarse en su camino. Era una lucha de contrainsurgencia típica. También estaba sacando de la botella al letal genio del sectarismo. Las consecuencias para la sociedad iraquí serían catastróficas. En el apogeo de la guerra civil, dos años más tarde, aparecían mensualmente 3.000 cuerpos en las calles de Irak - muchos de ellos civiles inocentes de la guerra sectaria.


La "salvadorización" de Irak -es decir, el uso de escuadrones de la muerte para controlar el país-, tema de portada de la revista del New York Times


Los comandos crearon una red de centros de detención secretos donde los insurgentes podrían ser llevados para extraerles información. Los comandos utilizaron los métodos más brutales para hacer que los detenidos hablasen. No hay pruebas de que Steele o Coffman participasen en estas sesiones de tortura, pero el general Muntadher al Samari, un ex general del ejército iraquí que participó en la reconstrucción de las fuerzas policiales tras la invasión de  EEUU, afirma que sabían exactamente lo que estaba pasando y que se entregaban a los comandos las listas de personas que querían que les trajeran. Dice que trató de detener la tortura, pero fracasó y huyó del país. "Estábamos almorzando. El Coronel Steele, el Coronel Coffman, y la puerta se abrió y el capitán Jabr estaba allí torturando a un prisionero. Él [la víctima] estaba colgando boca abajo y Steele se levantó y simplemente cerró la puerta, sin decir nada - era simplemente algo normal para él".


El coronel James Henry Coffman (IZDA) entrenó a paramilitares chiítas iraquíes en un intento de sofocar una insurgencia sunita junto con el coronel James Steele (DCHA, segundo a la derecha)


Según dice, había entre 13 y 14 prisiones secretas en Bagdad bajo el control del Ministerio del Interior que eran utilizadas por los Comandos Especiales de la Policía. Asegura  que Steele y Coffman tenían acceso a todas estas prisiones y que él visitó una en Bagdad con ambos. 
"Eran secretas, nadie las hizo públicas.  Pero la cúpula estadounidense y los dirigentes iraquíes sabían todo acerca de estas prisiones. Las cosas que pasaron allí:... Las perforaciones, los asesinatos, la tortura, el tipo más horrible de tortura que he visto en mi vida". Según un soldado con el 69o regimiento acorazado desplegado en Samarra en 2005 que no quiso ser identificado: "Eran como los nazis... Fundamentalmente como la Gestapo. Ellos [los comandos] basicamente se dedicaban a torturar a cualquiera del que tuviesen buenas razones para sospechar, o creyesen que sabía algo, o que era parte de la insurgencia... o la apoyaba, y la gente lo sabía".


El general Muntadher al Samari, un ex general del ejército iraquí que participó en la reconstrucción de las fuerzas policiales tras la invasión de  EEUU, denunció en una entrevista el papel de Steele (FUENTE)


Neil Smith, un médico de 20 años de edad que estaba estacionado en Samarra, recuerda lo que los soldados estadounidenses de bajo rango contaban en la cantina. "Era algo sabido en nuestro batallón, y sin duda en nuestro pelotón, que se llevaban a cabo interrogatorios bastante violentos. Que golpeaban a la gente, les daban descargas eléctricas, les apuñalaban, y no sé qué más... sonaba como cosas bastante terribles. Si enviabas allí a un chico le torturarían y quizás violarían o lo que fuese, sería humillado y maltratado por los comandos especiales para obtener toda la información que quisiesen".


Cadáveres tirados por las calles de Bagdad en 2003 tras ser asesinados por escuadrones de la muerte, estilo salvadoreño.


Cuando The Guardian/BBC Arabic preguntaron a Petraeus sobre la tortura y su relación con Steele respondió con una declaración de un oficial cercano al  general diciendo: "El historial del General (retirado) Petraeus, que incluye instrucciones a sus propios soldados... refleja claramente su abierta oposición a cualquier forma de tortura (...) El ex-Coronel Steele era uno de los miles de asesores de las unidades iraquíes que trabajan en el ámbito de la policía iraquí. No había  ningún tipo de periodicidad para las reuniones del coronel Steele con el general Petraeus, aunque le vio en varias ocasiones al inicio de la creación de la policía especial, en la que el coronel Steele jugó un papel importante". Pero Peter Maass, que por aquel entonces estaba trabajando para el New York Times, y que ha entrevistado a ambos, recuerda su relación de otra manera: "Hablé con cada uno de ellos sobre el otro y estaba claro que estaban muy próximos el uno del otro en relación tanto a la cadena de mando como en términos de sus ideas y la ideología de lo que había que hacer. Todo el mundo sabía que él era el hombre de Petraeus. Incluso Steele se define a sí mismo como hombre de Petraeus".

Steele (con gafas de sorl en la cabeza) junto a Adnan Thabit (o Tharbet), jefe de los comandos especiales de la policía iraquí (en el sofá, con la cabeza descubierta9
Steele en una operación nocturna en Irak
Bernie Kerik, antiguo responsable de la policía de Nueva York, con Steele en Irak
Steele (DCHA) en un hospital junto al coronel James Henry Coffman (con gafas oscuras)


Maass y el fotógrafo Gilles Peress lograron una reunión con Steele en una biblioteca reconvertida en centro de detención en Samarra. "Lo que yo oí eran  prisioneros gritando toda la noche", dijo Peress. "Sabes lo bajo que has caido cuando un joven capitán del ejército de los EEUU dice a sus soldados que ni se les ocurra acercarse a ese lugar". Dos hombres de Samarra que estuvieron encarcelados en la biblioteca hablaron con el equipo de investigación de The Guardian. "Me electrocutaban.  Me colgaron del techo. Tiraban de mis oídos con unos alicates, y me golpeaban en la cabeza, preguntándome sobre mi esposa, diciendo que la llevarían allí...". Según contó Maass "un día, Jim Steele me dijo: 'Oye, acaban de capturar un yihadista saudí. ¿Te gustaría entrevistarlo?' No me llevaron a la zona principal... me llevaron a una oficina lateral donde el saudita había sido llevado, y había sangre goteando a un lado del escritorio de la oficina". Peress retoma la historia: "Estábamos en una habitación en la biblioteca entrevistando a Steele y miro a mi alrededor y veo sangre por todas partes. Él (Steele) escucha los gritos del otro tipo que está siendo torturado mientras hablamos, y hay manchas de sangre en la esquina de la mesa, delante de él". Maass dice: "Y mientras esta entrevista estaba pasando con este saudita mientras Jim Steele también estaba en la habitación, había unos gritos terribles, alguien gritaba Alá, Alá, Alá. Pero no era un éxtasis religioso o algo así, se trataba de gritos de dolor y terror ".


El fotoperiodista Gilles Peress (izquierda) y el reportero del New York Times Peter Maass informaron haber escuchado y visto signos claros de tortura en un centro de detención en Samarra mientras entrevistaban a Steele (FUENTE)


El General Muntadher huyó después de que dos colegas cercanos fuesen asesinados después de que ser convocados al ministerio y sus cuerpos fueron encontrados en un vertedero. En menos de un mes, dice, Steele se puso en contacto con el. "Quería saber todo detalladamente: ¿Tenía alguna información sobre él, James Steele? ¿Tengo pruebas contra él? ¿Fotografías, documentos: cosas que probaban que cometió cosas en Irak, las cosas que le preocupaba que yo podría revelar? Ese era el propósito de su visita... Estoy dispuesto a ir al tribunal internacional y declarar ante ellos y jurar que los funcionarios de alto rango como James Steele presenciaron los crímenes contra los derechos humanos en Irak. Ni lo pararon ni castigaron a los autores".


Steele en la actualidad, según su página de Facebook


Steele, el hombre, sigue siendo un enigma. Salió de Irak en septiembre de 2005 y desde entonces se dedica a asuntos relacionados con la energía, uniéndose al grupo de empresas del petrolero de Texas Robert Mosbacher. Hasta ahora ha permanecido donde le gusta estar: lejos de la atención de los medios de comunicación. Si no fuera por la filtración por Bradley Manning en Wikileaks que destapó los abusos de EEUU en Irak, posiblemente seguiría allí. Son raras las imágenes suyas, como la que aparece en el reportaje sobre sus actividades. Muestra a Steele, entonces un veterano de 58 años en Irak, vacilando, mirando incómodo cuando ve pasar una cámara. Él se aparta del objetivo de la cámara, mirando con recelo por el rabillo del ojo y luego se aparta de la vista.


Este artículo ha sido publicado en el número 3 de la revista Prisma, que puede descargarse gratuitamente aquí.

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