Sobre la religión
por Guillem Martínez
26 de mayo de 2019
En zonas boscosas, pobladas por primates, se han encontrado amontonamientos de piedras en el interior del tronco de árboles muertos, muy particulares, o frente a un árbol vivo, similar a cualquier otro. No se sabía su origen. Para saberlo, se dispusieron cámaras automáticas. Gracias a ello se descubrió que los apilamientos estaban construidos por chimpancés. La manera de construirlos es, por otra parte, particular, fascinante. Un chimpancé pasa frente a esos troncos. De repente, cambia su actitud. Empieza a gritar de manera, en verdad, agresiva. Entra en una suerte de trance furioso. Coge una piedra y la arroja con fuerza al tronco. Luego, pierde su agresividad y sigue avanzando. Esta acción la practican machos y hembras. Los jóvenes la aprenden de sus mayores, de manera que ese hábito se transfiere de generación en generación. Se ha descubierto que los gritos, en verdad desmesurados, casi espantosos, que un individuo emite en el trance de arrojar la piedra, es oído por el resto del grupo a varios cientos de metros. Cuando lo oyen, el resto del grupo cambia de actitud. En ocasiones, gritan también, de manera similar. Si caminan, cambian de dirección. Se ha descubierto que esto no tiene utilidad reproductora o alimenticia. Es decir, no tiene utilidad alguna, lo que orienta a que es una suerte de cultura. Es, por tanto, un rito. Lo que es asombroso: primates practicando ritos. Es decir, humanos. Los investigadores ofrecen, a su vez, dos explicaciones de esos ritos. Una es que con ese rito marcan los límites de su territorio. Por así decirlo, construyen una frontera. Es decir, un Estado. La otra es aún más turbadora. Se trata de un rito religioso. Algo trascendente, que obedece a una serie de creencias, que los chimpancés, sin lenguaje, entienden y transmiten. Lo que invita a sospechar que las creencias no precisan de lenguaje ni entendimiento.
Hay, no obstante, una tercera posibilidad. Que las dos posibles explicaciones sean sincrónicas, que los chimpancés elaboren, con ese rito, algo que es, a la vez, la génesis del Estado y de la religión. La furia desmesurada que los chimpancés poseen cuando arrojan la piedra invita a ello. Nos es, al menos, absolutamente familiar. Es una brutalidad espeluznante, sí, pero familiar. De ser así, el origen de una bandera, o de un símbolo religioso, sería el mismo. Una piedra arrojada con furia, un grito.
Este artículo ha sido publicado en el número 5 de la revista Prisma, que puede descargarse gratuitamente aquí.