No podemos seguir asi
Published on: viernes, 17 de diciembre de 2021 //
dictadura sanitaria,
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Cuando la libertad puede ser arrebatada en cualquier momento, deja de tener sentido
El miedo es ahora el único idioma que hablan nuestros políticos. Pronto habrá un "maremoto" de Omicron en el Reino Unido, ha dicho anoche Boris Johnson. Se hacía eco de la primer ministro de Escocia, Nicola Sturgeon, que ha advertido sobre un "tsunami de infecciones". Estas metáforas acuíferas, estas profecías de olas de enfermedades que se estrellan en las costas del Reino Unido, reproducen hasta qué punto las políticas del terror y perdición han reemplazado al análisis tranquilo. El Covid es un virus transmisible. No es un castigo que nos infligió Poseidón. No es una avalancha infernal que arrasará con pueblos enteros. Estos expresiones metafóricas en forma de mareas se están desplegando, no por su precisión, sino para aterrorizar a la población y hacerla creer que se enfrenta a una amenaza inminente y catastrófica. Así es el mundo político que habitamos ahora.
El Proyecto aterrorizar avanza tambaleándose. Como el Covid, ha mutado durante los últimos 21 meses. Ha alcanzado su punto máximo y ha caído. Ha habido cepas virulentas y cepas más débiles. Peroel miedo ha sido una constante. Tanto la clase política como los medios de comunicación han usado la sirena del miedo. Sal a la calle y podrías matar a alguien sin darte cuenta. Visita a tu abuela y podría terminar en el hospital. Y ahora, vacúnate o podrías ser arrastrado por ese tsunami que se ve en el horizonte, por la violenta ola de enfermedad que llegará pronto a una calle cercana a ti. Cualquier intento de relacionarse con nosotros como adultos racionales y razonables, capaces de comprender los virus y de tomar medidas voluntarias cuando sea necesario para protegernos a nosotros mismos y a nuestras comunidades, ha sido abandonado hace mucho tiempo. En cambio, estamos siendo tratados como ratas de laboratorio, somos empujados y sacudidos de esta forma por una burocracia que ahora depende completamente del miedo. Tenemos que empezar a hablar de cómo este terror convertido en un arma, esta politización del pánico, está empequeñeciéndonos como ciudadanos y dañando a la sociedad.
Mi opinión es que la política del miedo nunca fue necesaria, ni siquiera en marzo de 2020, cuando el Covid-19 era nuevo, claramente virulento y afectaba a sectores de la población que no tenían protección contra él: ni vacunas, ni inmunidad. Incluso entonces, bajarse al nivel de la población y animarnos a unirnos para enfrentar esta amenaza para la salud, hubiera sido preferible a la atomización forzada y la cultura del miedo permanente por la que optaron las élites políticas y mediáticas. Hoy, 21 meses después, el juego de la carta del miedo es aún más absurdo. Omicron parece ser una variante más suave que Delta. Además, el 95% de los británicos tienen algún nivel de anticuerpos contra el Covid. La idea de que somos criaturas indefensas y desventuradas que se enfrentan a una enorme ola de fatalidad es simplemente insostenible. Es, a todos los efectos, una mentira.
Las élites han perdido por completo la capacidad y la voluntad de razonar con nosotros. No se puede subestimar el impacto que esto tiene sobre el concepto y la práctica de la ciudadanía. Es un delito contra la democracia emitir advertencias apocalípticas para tratar de obligar a las masas a cumplir con las restricciones. Nos transforma, pasando de ser ciudadanos democráticos que deberían participar en una discusión fáctica sobre cómo deberían abordarse las crisis y debería organizarse la sociedad, a convertirnos en niños aberrantes cuyo comportamiento debe ser moldeado y controlado por amenazas y golosinas ocasionales ("Siga las reglas y salvará la Navidad"). El vaciamiento no solo de la libertad civil sino también de la democracia misma, transformando a la gente en una masa problemática que ha de ser moldeada y reprendida por expertos en comportamiento, es quizás el logro más siniestro de la era Covid. Cualquiera que piense que estas consecuencias autoritarias no se prolongarán más allá de la pandemia de Covid se está engañando a sí mismo. Deberían familiarizarse con la historia.
No podemos seguir así. No podemos seguir aumentando el terror en respuesta a cada brote de Covid. No podemos seguir paralizando la vida social y laboral cada vez que hay una ola de enfermedad. No podemos seguir apuntando con un arma a la cabeza de la industria hotelera y amenazando con hundir sus negocios y sus trabajadores en la confusión, siempre que surja una variante preocupante. No podemos seguir volviendo al confinamiento, lo que podríamos hacer ahora en enero, en respuesta a los modelos notoriamente pesimistas y, a menudo, incorrectos de los epidemiólogos, que conocen el número R de todo y el valor de nada. No podemos continuar en este limbo entre la normalidad y el confinamiento. De alguna manera, no son las restricciones actuales las que son particularmente onerosas. Por ahora son relativamente leves. No, es el saber que las restricciones pueden volverse a imponer en cualquier momento lo que corroe nuestros derechos de ciudadanos y estrangula nuestra libertad. Una libertad que puede ser eliminada en cualquier momento ha perdido su significado.
Pero tenemos que hacer todo esto, nos dicen, para proteger al sistema público de salud. Este ha sido el grito de las élites durante toda la pandemia. Y lo sigue siendo. Expresa hasta que punto se ha reorganizado, para peor, la relación entre el individuo y el estado durante estos últimos 21 meses. El sistema público de salud está destinado a servirnos; ahora debemos servirlo. Se supone que los servicios públicos facilitan la vida del público; ahora se le dice al público que haga sacrificios para ayudar a estos servicios. La salud del estado se ha convertido en una especie de dios que debemos apaciguar al aceptar la pérdida ocasional de nuestra libertad, de nuestra conexión con otras personas y, en algunos casos, de nuestros trabajos. Una ironía terrible es que en el proceso de suspender la vida normal para salvar el servicio de salud, podemos terminar empeorando la salud de la nación. Anoche, Boris dijo que las citas con el médico deben posponerse para ayudar al lanzamiento de las vacunas de refuerzo. Queda por ver qué consecuencias tendrá para los cánceres no diagnosticados o los problemas de salud mental tratados de manera insuficiente. El secretario de salud, Sajid Javid, dice que los test de cáncer tendrán prioridad esta vez, pero aún tenemos que hacer frente a que las personas eviten ponerse en contacto con los servicios de salud como parte de nuestro "deber" con el sistema público de salud Este impulso en favor de la salud que suspende los diagnósticos y tratamientos de ciertos problemas de salud es muy extraño y perverso. Nuestra miopía Covid podría resultar peligrosa.
Nadie en la burocracia parece capaz de sacarnos de esta espiral de terror Covid. Algo tiene que cambiar, en algo hay que ceder. Estamos vacunados, tenemos anticuerpos, nos están revacunando, así que vivamos ahora con este virus como lo hacemos con otros virus. En cuanto al sistema público de salud, un servicio de salud que requiere eliminar la normalidad y reprimir las libertades cada vez que surge un nuevo virus preocupante es evidente que no es el adecuado para su propósito. Debería ser una prioridad urgente del gobierno introducir suficiente elasticidad en el servicio de salud para garantizar que nunca más tengamos que confinar a la sociedad en respuesta a ninguna enfermedad. La normalidad solía ser una palabra bastante aburrida, pero es por lo que todos deberíamos luchar ahora. Contra la élite política que no se fía de nosotros, contra los medios histéricos y contra los modeladores de la fatalidad, necesitamos crear un clamor radical para que se restaure la vida normal.