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China en Oriente Medio

Published on: jueves, 27 de enero de 2022 // ,


por Chas W. Freeman, Jr., ex-Embajador de EEUU


Los dioses de la guerra en Washington han decretado que la situación internacional ahora está siendo moldeada por dos fuerzas trascendentes: la rivalidad entre las grandes potencias (especialmente entre nuestro país y China) y los esfuerzos autoritarios para desmantelar la democracia. Pero las tendencias en Oriente Medio contradicen claramente tanto esta visión del mundo como las políticas estadounidenses que se derivan de ella. Para aquellos en la región, Estados Unidos parece estar combatiendo a la China de sus pesadillas, no a la China que ven.

Permítanme comenzar dedicando un par de minutos a revisar las tendencias y los sucesos en el oeste de Asia y el norte de África durante el último año más o menos. A medida que los analice, pregúntese qué impacto, si hubo alguno, tuvo sobre ellos la disputa entre China y Estados Unidos.

En mi opinión, estos son los desarrollos recientes más notables en la región.

  • Las restricciones impuestas al programa nuclear de Irán por el acuerdo nuclear [1] que EEUU firmó primero con Irán y luego derogó unilateralmente, se han desvanecido en gran medida.
  • Los Emiratos Árabes Unidos se han convertido en un importante actor político-militar y un astuto practicante de la Realpolitik, como lo demuestran sus acercamientos con Irán, Israel y Turquía.
  • Arabia Saudita está experimentando una sorprendente apertura y liberalización cultural incluso cuando su gobernante de facto, Mohammed bin Salman, sigue siendo persona non grata en la mayor parte de Occidente.
  • Qatar y los demás estados del CCG se están reconciliando.
  • Arabia Saudita busca una salida honorable de sus desventuras militares en Yemen y no logra encontrarla.
  • Los desastres humanitarios y los estancamientos políticos en Yemen están empeorando, mientras que el sufrimiento en Gaza, Libia y Siria sigue siendo intenso pero ignorado selectivamente por Occidente.
  • La presencia invasora de tropas turcas y estadounidenses en Siria persiste en medio de una terrible falta de atención internacional a la necesidad de reconstrucción de Siria.
  • La Liga Árabe está reincorporando a Siria, y los miembros del CCG están normalizando gradualmente las relaciones con el gobierno de Asad.
  • Turquía se ha distanciado de Europa y Estados Unidos y busca afirmar las identidades panturca y de Oriente Medio.
  • Las capacidades de producción de defensa autóctonas están comenzando a echar raíces en Arabia Saudita.
  • Los “Acuerdos de Abraham” negociados por EEUU han sobrevivido hasta ahora, a pesar de que EEUU no cumplió con los obsequios militares prometidos a los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que Israel ha reanudado su agresiva limpieza étnica y su actividad de asentamientos en los Territorios Ocupados, y la creciente divergencia de como ven los EAU Irán en comparación con Israel.
  • La monarquía de Jordania ha superado una vez más las severas presiones internas y externas y Omán ha hecho una transición exitosa para que un nuevo sultán pueda gobernar.
  • Los esfuerzos de los países de la región para diversificar sus relaciones político-militares se han acelerado a raíz de las guerras fallidas de Estados Unidos en Afganistán e Irak y su pasividad frente a los desafíos iraníes a la seguridad de los estados árabes.

Nada de todo esto fue impulsado ni por China ni por la disputa chino-estadounidense.

La realidad es que los estados árabes están respondiendo a las oportunidades que les brinda el compromiso con China y reaccionando a la falta de fiabilidad que perciben respecto a la protección estadounidense y la irresponsabilidad de las políticas de EEUU hacia Irán al cubrir sus apuestas. Israel tiene sus propios intereses y se resiste a los esfuerzos estadounidenses para prohibir proyectos con empresas chinas. Las decisiones iraníes son en gran medida reacciones a la política estadounidense de “máxima presión”, un enfoque con un historial bien establecido de inutilidad y fracaso catastrófico y sin antecedentes de éxito.

Las sanciones basadas en dólares estadounidenses han obligado a Irán a desvincularse de Occidente y lo han llevado hacia el centro, sur y este de Asia.  A falta de otra cosa, Irán está apostando a que, con las empresas europeas y estadounidenses fuera de su alcance, puede aprovechar la creciente prosperidad de China para sí misma. Simultáneamente, está buscando lazos con la Unión Económica Euroasiática dominada por Rusia, que está cada vez más integrada en la iniciativa China de una nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Iniciative, BRI) de China.

Los acontecimientos que acabo de enumerar son las consecuencias del fin de la hegemonía euroamericana en Asia occidental, las rivalidades que existen desde hace mucho entre las diversas entidades políticas de la región (grandes y pequeñas) y las evoluciones políticas internas dispares. La “rivalidad de las grandes potencias” no es la principal dinámica que remodela la región. Mientras tanto, las afirmaciones de que "Estados Unidos ha vuelto" se desmienten ante su visible reducción.

Y, si a la democracia no le está yendo bien en el Medio Oriente, esto refleja factores locales exacerbados por el empañamiento de Estados Unidos como modelo en lugar de por el autoritarismo depredador. Por ejemplo:

  • La dictadura militar de Egipto es más absolutista que nunca.
  • Túnez ha perdido su democracia debido a la mala gestión gubernamental de la pandemia del Coronavirus.
  • El estado, la economía y la democracia libaneses están al borde de la muerte, con el apoyo vital solo de Irán y Siria, ellos mismos muy debilitados.
  • Sudán está sujeto a un régimen militar intermitente.
  • Las libertades democráticas de los judíos israelíes se están reduciendo, y el despiadado maltrato del estado sionista a sus poblaciones árabes conquistadas es cada vez más implacable.
  • En Turquía, Erdogan ha derrocado al kemalismo y está ocupado erosionando la democracia.
  • Los iraquíes se han cansado de ser martirizados mientras esperan un gobierno democrático.
  • Los procesos electorales de la República Islámica de Irán han perdido credibilidad entre sus ciudadanos.

Estos son, sin excepción, desarrollos surgidos localmente. Al igual que en Estados Unidos, la tendencia autoritaria es de cosecha propia, no importada. No involucra a China. Después de que los gobiernos derrocados en Irak y Libia no dieron lugar a una democratización, Estados Unidos tampoco, al menos por ahora, busca imponer sus valores y sistema de gobierno a los estados de la región.

En resumen, en el Medio Oriente, la narrativa de Washington de que la rivalidad china con los Estados Unidos o el autoritarismo depredador chino explican la forma en que está evolucionando el nuevo desorden mundial no cuenta. Analizándola, la creciente presencia de China en el Medio Oriente parece impulsada más por la demanda local que por un impulso diplomático o ideológico de Beijing. Esto plantea una pregunta. Si Beijing no persigue un juego antiestadounidense de suma cero en el oeste de Asia y el norte de África o se esfuerza por socavar la democracia allí, ¿qué está haciendo?

La respuesta es que China se está comportando de manera muy similar a lo que hizo Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. En ese entonces, Gran Bretaña dominaba el Medio Oriente. Los estadounidenses pensaban que lo que era bueno para las compañías petroleras estadounidenses era bueno para EEUU, que debíamos centrarnos en el comercio de energía y evitar tomar partido en disputas extranjeras, y que las culturas políticas de la región eran algo que debíamos estudiar y aprender a vivir en lugar de denunciar o subvertir.

La influencia estadounidense desplazó gradualmente a la hegemonía británica. Aún así, durante décadas Washington evitó cuidadosamente cualquier acto que implicase que buscaba suplantar a Londres como garante de la estabilidad regional. Pero, cuando Londres se retiró, no tuvo más remedio que hacerlo. Ahora Beijing está siguiendo un camino similar: busca promover el intercambio de bienes y servicios por suministros de energía sin imponer ninguna demanda política o cultural y manteniéndose lo más alejado posible de enredarse en disputas locales.

Por supuesto, China es ahora tan grande económicamente que no puede evitar ser un factor de crecimiento en la cosmovisión regional. Entre 2000 y 2020, el PIB de China se quintuplicó en tamaño. Su economía industrial es ahora el doble de grande que la de Estados Unidos, aunque su economía de servicios sigue siendo mucho más pequeña. China se ha convertido en el mercado consumidor más grande del mundo y su mayor importador de hidrocarburos. Es una superpotencia tecnológica emergente en un número creciente de campos.

Un tercio de las importaciones de energía de China provienen del CCG, con la mayor parte viniendo de Arabia Saudita. Las empresas chinas compran una sexta parte de las exportaciones de petróleo del CCG, una quinta parte de las de Irán y la mitad de las de Irak. China se ha convertido en el mayor inversor extranjero y socio comercial de la región. Los estados de la región quieren más, no menos, compromiso chino. A medida que China toma la delantera en la innovación tecnológica global, se ha convertido en un importante colaborador y cliente de las empresas de alta tecnología de Israel y en un socio en los esfuerzos de Arabia Saudita para desarrollar una industria nacional de armamentos. Diecisiete estados árabes se han unido a la nueva Ruta de la Seda que impulsa China (BRI). La semana pasada, los ministros de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, Kuwait, Omán y Bahrein, así como el Secretario General del CCG, estuvieron en Beijing para discutir la expansión de sus relaciones con China. Les siguieron los ministros de Asuntos Exteriores de Irán y Turquía.

Mientras tanto, los estadounidenses parecen decididos a evitar una mayor participación político-militar en Asia Occidental. Pero, al hacer esto, creamos tanto un vacío como una posibilidad real de que, así como Estados Unidos reemplazó a regañadientes a Gran Bretaña como potencia dominante en Oriente Medio en el siglo pasado, China terminará eclipsando a Estados Unidos en este siglo. Los intereses de China se hacen eco de los que primero llevaron a Estados Unidos a comprometerse con el Medio Oriente:

  • China tiene un interés apremiante en asegurar un acceso confiable a los recursos energéticos excepcionalmente ricos del Golfo Pérsico.
  • Ve a la región como un punto de acceso crucial y una encrucijada para el comercio y los viajes entre Asia, Europa y África Oriental, por lo que su estabilidad es un asunto de interés estratégico.
  • Existe una demanda en rápido crecimiento de los servicios de ingeniería, las capacidades de construcción, los equipos automotrices y de telecomunicaciones, los armamentos y los productos de consumo de las empresas chinas.
  • Los ciudadanos y empresarios de China están estableciendo una presencia cada vez mayor en la región. (Ahora hay más de 200.000 residentes chinos solo en los Emiratos Árabes Unidos).

Al igual que Estados Unidos hace un siglo, China no tiene una agenda imperial o ideológica aparente en el Medio Oriente. A diferencia de los Estados Unidos de hoy, China\ no pide a los países de la región que cambien sus sistemas y valores políticos, ni los castiga por no hacerlo, ni exige relaciones exclusivas con ellos. Todavía tiene que manifestar su oposición a la continua participación estadounidense en la región. En cambio, ha sugerido la formación de un diálogo multilateral sobre cuestiones de seguridad y, cuando sea el momento oportuno, un "mecanismo de seguridad colectiva para el Golfo" gestionado regionalmente. En resumen, China propone ayudar a unir los puntos de vista de Irán y del Golfo Pérsico en lugar de imponer los suyos propios o tomar partido.

Pero la lógica de los intereses de China en el nuevo desorden mundial sugiere una evolución futura en las políticas chinas:

  • Con la Marina de los EE. UU. preparándose para la guerra en Taiwán y sin proteger los intereses globales en el Golfo Pérsico, la marina china tarde o temprano tendrá que asumir la responsabilidad de asegurar el acceso de China a la región y sus recursos.
  • Los civiles chinos en Medio Oriente esperarán y exigirán protección contra desastres naturales o humanos (incluidos los ataques terroristas) y, si es necesario, evacuación y repatriación de emergencia.
  • Apoyar los intereses chinos en una región tan distante de China generará requisitos para el acceso naval chino a los puertos e instalaciones locales. Esto significa más instalaciones como la base logística en Djibouti que apoya las patrullas antipiratería de China en el Golfo de Omán y sus operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU en África Oriental.
  • A China le resultará cada vez más difícil evitar que sus clientes den por supuesto que sus ventas de armas implican compromisos de defensa.
  • La oposición agresiva de EEUU a la participación china en infraestructura y otros proyectos en la región estimulará los esfuerzos chinos para socavar o desplazar la influencia de EEUU en la región.
  • La disputa naval chino-india ya ha comenzado a enfocar a ambos países en poder impedir el comercio de petróleo y gas del otro con el Golfo.

A diferencia de Estados Unidos, China tiene un contacto cordial con todas las partes de las numerosas disputas en la región. El exjefe de la agencia de inteligencia de Israel, Mossad, sugirió recientemente que China era el único país que podía conciliar a Irán y otros países de Medio Oriente. Puede que tenga razón. Para bien o para mal, es probable que China se convierta en una fuerza cada vez mayor en los esfuerzos por gestionar la paz y la seguridad en el Golfo Pérsico.

La pregunta es si China optará por aceptar un papel activo en la estabilización de la región. La “rivalidad entre grandes poderes” o una supuesta lucha maniquea entre China y la democracia no impulsarán esta decisión. Según la evidencia hasta la fecha, en cambio reflejará los intereses nacionales ampliamente superpuestos de China, Europa, India, Japón y Corea, los estados conflictivos de Asia occidental y el norte de África y los Estados Unidos. Todos comparten un interés apremiante en un Medio Oriente estable cuyas disputas no exporten radicalismo ni pongan en peligro el acceso a suministros energéticos cruciales.

Sería de interés para Estados Unidos que China y otros países que dependen de las exportaciones de energía del Medio Oriente compartan la carga de preservar la prosperidad global uniéndose para salvaguardar el comercio mundial de energía. Si China se enfrenta a una elección en este sentido, también lo hace Estados Unidos. Estados Unidos puede cooperar en beneficio mutuo con China, otras potencias en ascenso y los países productores de petróleo de la región, o puede anular los intereses obvios que comparte con China y otros con un antagonismo irracional y seguir un juego sin sentido que nadie puede esperar obtener una victoria.

NOTAS

[1] El Plan de Acción Integral Conjunto del 14 de julio de 2014, aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU el 20 de julio de 2014 en la Resolución 2231 de la RCSNU.

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