Los largos Idus de marzo de Aldo Moro
Por Luciana Bohne
¡Cuántos siglos verán
representar esta sublime escena
en naciones que están por nacer y en lenguas aún desconocidas!
William Shakespeare, Julio César
“Cuidado con los idus de marzo” -o incluso con el día después. En la mañana del 16 de marzo de 1978 en la céntrica vía Fani de Roma, las Brigadas Rojas (BR) secuestraron al primer ministro italiano Aldo Moro, jefe del Partido Demócrata Cristiano (DC), matando a cinco agentes de su séquito. Los cincuenta y cinco días de su detención en una “prisión del pueblo” secreta y su ejecución final por sus captores el 9 de mayo de 1978 marcaron el clímax de más de treinta años de oposición interna y externa de “convergencias paralelas” a la definición por la Italia de la postguerra de su propio curso político y económico. Vale la pena revisar esta larga y retorcida historia como un modelo temprano de la mala fe con la que el Imperio de Estados Unidos trata al mundo hoy día. No es una historia para conspiracionófobos.
LA TRATA DE TODAS LAS RAPAS: ¿QUIÉN FUE?
Moro mismo acuñó la frase “convergencias paralelas”, insinuando la existencia de fuerzas oscuras detrás de la fachada del estado legítimo. Los ejecutores de la muerte de Moro no tenían la menor duda. Las Brigadas Rojas le condenaron a muerte el 29 de abril de 1978 por “poner en marcha programas contrarrevolucionarios al servicio del imperialismo burgués”, disparando once balas a su cuerpo acurrucado en el maletero de un Renault rojo el 9 de mayo. La frase de Moro “convergencias paralelas” desafió a los traductores en su momento. Hoy en día lo entendemos, en parte, como la red de las élites económicas internacionales, de cuyos intereses se encargan las estructuras de inteligencia del estado, siendo la CIA la principal entre ellas. Pregunté a Douglas Valentine, autor de The Phoenix Program (El Programa Fénix, libro sobre los escuadrones de la muerte de EEUU en Vietnam del sur, AyR) e historias detalladas de la CIA, DEA, FBI, qué significaba la frase cuando Moro la empleó. Valentine dijo: “Un miembro de la CIA / inteligencia militar que conocía bien, el coronel Tully Acampora, me dijo que el jefe de la estación de JFK (el presidente Kennedy, AyR) en Roma a partir de mediados de 1963, Bill Harvey, fue enviado allí para ayudar... (al) general Giovanni di Lorenzo, jefe de los servicios de inteligencia y seguridad militares de Italia, a desestailizar el gobierno del primer ministro de izquierda, Aldo Moro“.
¿”Izquierdista”? Aldo Moro había jugado con la idea de unirse al Partido Socialista, pero era un católico devoto y en su lugar eligió a la DC (Democracia Cristiana). Sin embargo, estaba interesado en la soberanía nacional, mitigar la emigración del sur subdesarrollado del país y llevar a cabo una política energética comercial autónoma con el Oriente Medio. Sólo un año antes de la llegada a Roma del jefe de la estación de la CIA, Bill Harvey, la mafia asesinó al ministro italiano de Energía, Enrico Mattei, un estrecho colaborador de Moro, después de las fructíferas propuestas de Mattei para un comercio justo con los países ricos en petróleo del Tercer Mundo. Detrás de la mafia acechaban las “Siete Hermanas”, como Mattei calificó al cartel de las compañías petroleras estadounidenses, y los servicios de la CIA junto con los servicios secretos italianos. El director italiano, Francesco Rosi, filmó una película sobre este dramático acontecimiento, titulado, Mattei Affair. El periodista que lo ayudó con la investigación desapareció, presuntamente asesinado por la mafia.
GUERRA FRÍA: LA “ESTABILIDAD” DE ITALIA DEBE SER GARANTIZADA
El vasallaje de Italia ante los Estados Unidos en la Guerra Fría era importantísimo -mucho más de lo que saben los estadounidenses. Una de las primeras directrices del entonces recientemente establecido Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos no ocultó en absoluto cuales serían las intenciones de Washington si el Partido Comunista italiano hubiese ganado las elecciones parlamentarias de 1948. Estados Unidos, decía la directiva, intervendría “incluso a costa de provocar una guerra civil”.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos consideró a Italia como un estado en la primera línea del frente. La “cortina de hierro” atravesaba Europa verticalmente de norte a sur, desde la ciudad polaca de Stettin en el Mar Báltico a la ciudad italiana de Trieste en la punta noreste del mar Adriático. El vecino oriental de Italia era la Yugoslavia comunista (hasta 1948 aliada de Moscú) y, más al sur, a través de un estrecho tramo de mar, el comunismo albanés, también aliado de Moscú hasta 1961. De hecho, a medida que la OTAN y las bases militares estadounidenses se extendían por Italia,aSus misiles apuntaban al este, a Hungría y Checoslovaquia.
Además, la posición central mediterránea de Italia, especialmente la de Sicilia, proporcionó a los Estados Unidos una ubicación clave para el control de Oriente Medio. Los políticos estadounidenses estaban decididos a preservar este activo geopolítico esencial en su esfera de influencia. En su opinión, sólo una cosa amenazaba la hegemonía estadounidense en Italia: el popular y respetado Partido Comunista Italiano (PCI), el mayor partido comunista de Europa Occidental, que había sido uno de los dos partidos “héroes” de la Resistencia contra la ocupación nazi-fascista en la Segunda Guerra Mundial del 8 de septiembre de 1943 al 25 de abril de 1945. En 1948, el PCI, aliado a todos los partidos de izquierda en el Frente Popular, habría ganado las elecciones parlamentarias casi con toda seguridad si la CIA no hubiese financiado una campaña para fomentar el miedo al comunismo y fomentado incidentes mortíferos y enfrentamientos violentos en las manifestaciones partidistas que parecían sonar como el trueno de una próxima guerra civil. Intimidado, el pueblo votó mayoritariamente a la DC, que recibió el 48% de los votos; el Frente Popular, con el 30% de los votos, quedó muy cerca. “Sin la CIA, el partido Comunista... seguramente habría ganado las elecciones de 1948”, escribe Jack Devine, ex jefe de la CIA en Roma, en su libro Good Hunting.
A principios de los años cincuenta el secretario de Estado John Foster Dulles y el embajador en Italia, Claire Boothe Luce, insistieron en que se prohibiese el PCI. Todos los partidos políticos italianos, de la extrema derecha a la izquierda, se negaron. Muy justificadamente señalaron que, debido a que el PCI había sido una de las principales fuerzas de la Resistencia, habría una guerra civil en Italia si tal medida fuera promulgada. Para los norteamericanos, la llegada de los comunistas al poder pondría en peligro la seguridad de la OTAN y la política de control de Oriente Medio. Cuando, en 1953, William Colby se convirtió en director de la CIA en Italia, su tarea fue llevar a cabo acciones políticas clandestinas para frenar la influencia de la PCI. Como escribió en sus memorias, “Mi tarea era evitar que Italia cayese en manos comunistas en las siguientes elecciones”. Mantener al PCI fuera del gobierno se convirtió en una condición para la distribución de fondos a través del Plan Marshall para la reconstrucción de Italia después de la guerra, acordada por el presidente Harry Truman y el primer ministro Alcide de Gasperi (DC). Ya en los años cincuenta un acuerdo secreto, el Plan Demagnetize, acordaba una estrecha colaboración entre los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Italia para frenar la influencia del comunismo en la sociedad italiana.
ANTES DEL AMANECER DE LA GUERRA FRÍA: RECLUTANDO MAFIOSOS Y BATALLONES FASCISTAS
Esta amenaza comunista había sido identificado y se había organizado la resistescia en su contra en una época tan temprana como durante la invasión aliada de Sicilia, en julio de 1943. El OSS (predecesor de la CIA), fundado en 1941 con 13.000 agentes por el jefe de OSS “Wild Bill” Donovan, había asignado la “Sección italiana” a James Jesus Angleton, que venía de una familia masónica y dirigiría el departamento israelí de la CIA en 1950. Angleton reclutó un “Círculo de la Mafia” –así llamado en documentos de la CIA- para ayudar al desembarco aliado en Italia. El círculo estaba compuesto por mafiosos (incluyendo a Michele Sindona, quien se convertiría en un personaje destacado tras la quiebra del Franklin National Bank en 1979) propuestos por el gángster Lucky Luciano, a quien la inteligencia naval americana contactó en la prisión de Clinton, en Nueva York. Sin embargo, el “Círculo de la Mafia” no se disolvió después de la suave invasión de los Aliados; se amplió. El círculo se apresuró a liberar a otros mafiosos que llevaban mucho tiempo encarcelados por el régimen de Mussolini. Los funcionarios de la ocupación americana nombraron a los mafiosos “liberados” para importantes posiciones del poder administrativo, policial y militar en toda Sicilia para que funcionasen como una red de colaboradores anticomunista. Aquellos que fueron nombrados alcaldes, por ejemplo, ejercían eventualmente una influencia regional sobre las elecciones y las políticas de los senadores y diputados en el parlamento de Roma durante toda la existencia de la primera República -y mantenían estrechos vínculos con el Ministerio del Interior y sus servicios secretos.
El reclutamiento anticomunista de Angleton no se detuvo en la mafia. Comenzó a reunir a destacados miembros del régimen fascista, manteniéndoles en la Sicilia ocupada por los aliados como activos futuros. El principal de ellos fue el príncipe Junio Valerio Borghese, comandante de una unidad de flotilla de submarinistas en la Marina Real Italiana hasta 1943, un especialista en el sabotaje naval, colaborador de 1943 a 1945 con el régimen títere nazi de la Repubblica de Salo, en el Lago de Garda, En el norte de Italia. Después de 1945, Borghese fue declarado culpable de colaborar con los nazis, pero no de crímenes de guerra, aunque se sabía que su ejército casi privado participó junto a las SS en algunas de las masacres mas brutales en el centro de Italia –provocando cerca de 10.000 víctimas en lo que se conoce como “la guerra contra los civiles”. Cuando los partisanos del líder de la Resistencia, general Cadorna, arrestaron a Borghese en el norte de Italia el día de la liberación, el 25 de abril de 1945, Angleton se dirigió hacia el norte en su jeep el 30 de abril, se hizo cargo de Borghese, le puso un uniforme americano, y pusio a salvo en Roma. En un informe a la OSS, Angleton escribió que Borghese “representaba un interés a largo plazo en el corazón de nuestro trabajo”. Una buena medida, ya que Borghese y su leal ejército fueron absorbidos posteriormente en Gladio, el grupo secreto secreto de paramilitares de la OTAN. Pero esa es otra historia.
En Sicilia a lo largo de los años cincuenta, los fascistas, gracias a la generosidad de la financiación de los EEUU, se organizaron en grupos neofascistas, con vínculos con los servicios secretos italianos. El hermanamiento de la mafia y los fascistas, organizafo por la OSS en los años cuarenta, sería una formidable fuerza de desestabilización en los años setenta, desencadenando una guerra ideológica en las calles entre grupos provocadores neo-fascistas y formaciones comunistas revolucionarias extraparlamentarias -una “estrategia de la tensión”, como se denominó la violencia iniciada por la derecha. Que esta “tensión” estalló en un momento en que la izquierda estaba creciendo de manera constante, amenazando con una victoria electoral comunista o su participación en el gobierno, no podía ser una coincidencia, como afirma hasta nuestros días la opinión pública italiana. La soberanía estricta de Italia como Estado cliente o activo estadounidense estaba siendo desafiada por los avances de la socialdemocracia -y la expansión de la democracia popular era una amenaza para la “estabilidad” de Italia como vasallo de EEUU.
LOS ROJOS ITALIANOS ESTÁN GANANDO
En la mañana del 16 de marzo, esta amenaza estaba a punto de convertirse en realidad.
Aldo Moro tenía previsto pedir un voto de confianza para el nuevo gobierno propuesto de “solidaridad nacional”, compartiendo el poder con el Partido Comunista en el gobierno y el poder ejecutivo, una novedad en Italia, una novedad en Europa Occidental. Fue la culminación de las negociaciones para el compromesso storico (“compromiso histórico”) entre el DC y el PCI para hacer que el gobierno representase mejor al electorado. Tres grupos no estaban contentos: Moscú, porque Enrico Berlinguer, líder del PCI, había reconocido a la OTAN para hacer posible el compartir el poder en un país de Europa Occidental dominado por la OTAN; Washington, porque desde hacía mucho tiempo se había opuesto a la participación de los comunistas al ejecutivo; y las Brigadas Rojas, porque
1- pensaban que el PCI debía seguir siendo un partido de la oposición;
2- consideraban el compromesso como una traición más o el debilitamiento del compromiso del PCI con la lucha de clases iniciada por la Resistencia y posteriormente frustrada por demasiados “compromisos” con los partidos burgueses gobernantes, y
3- porque el compromesso mitigaría el impulso hacia la revolución social y política a la que aspiraban. Este era el turbulento clima local y geopolítico en esa fatal mañana de marzo.
¿MUERTO COMO SÍMBOLO DEL ESTADO LIBERAL O SACRIFICADO COMO SU SEPULTERERO?
¿Mataron las BR a Moro por ser simbolizar el estado “burgués, liberal-imperialista”, como se afirma? Franco Bonisoli, junto con Mario Moretti y Lauro Azzolini, miembro del mando ejecutivo de las Brigadas Rojas en el momento del secuestro de Moro, declaró en 1998 que para las BR el Estado estaba formado por el Partido Demócrata Cristiano con Moro a la cabeza. Puesto que las BR tenían como objetivo atacar el corazón del estado, Moro era el símbolo deseado. Mario Moretti, que fue el único de los brigatisti que interrogó a Moro en la cárcel, dijo que el asesinato era la máxima expresión de su línea marxista-leninista.
Pero en 1998, el hijo de Aldo Moro, Giovanni, que tenía veinte años cuando su padre fue asesinado, dio una entrevista a La Repubblica, insistiendo en que Moro no podría haber sido asesinado como un mero símbolo sino para poner fin a su proyecto político:
Nuestra impresión [en la familia] fue unánime: todos sentíamos que no había sido elegido como objetivo simbólico, como se dijo posteriormente. Lo que se hizo fue una intervención quirúrgica sobre la política italiana. Moro fue el arquitecto del acuerdo con los comunistas. Era una persona en peligro. Y, de todos modos, basta con mirar los años de las bombas. Cuando Moro estaba marginado, las bombas también eran marginadales. Su línea política está estrictamente conectada con esta pieza de la historia italiana.
LOS “AÑOS DEL PLOMO” Y LA “ESTRATEGIA DE LA TENSIÓN”: DERECHISTAS E IZQUIERDISTAS APUNTAN AL ESTADO
Es cierto que el año 1978 marcó casi una década de agresiones contra los miembros y símbolos de las instituciones estatales, los medios de comunicación y el poder judicial, una campaña de la izquierda. Para la derecha, los objetivos eran civiles masacrados por toda Italia (“Enterraremos la democracia bajo una montaña de cadáveres”, decía un panfleto, en el que se reivindicaba una masacre de Ordine Nero-Orden Negro/Fascista, un grupo neofascista). La opinión pública liberal y de izquierdas en la Italia de entonces y ahora sostiene que ese terror derechista fue planeado y llevado a cabo con el fin de desestabilizar el Estado multipartidista y suplantarlo con otro decididamente derechista, pro-americano y anticomunista. Esta opinión se reforzó por las conclusiones de interminables juicios e innumerables investigaciones judiciales y parlamentarias sobre las actividades subversivas de los neofascistas confabulados con los órganos del Estado, actuando como prolongaciones de actores externos. Según esta opinión, los “años de plomo”, como se apodó en Italia esta época de la violencia, fueron la expresión de una “estrategia de la tensión” que pretendía también neutralizar el Partido Comunista, que tenía más del 34,4% del voto popular En 1976. El masivo apoyo del Partido Comunista y su representación en el Parlamento llevó, entre otras medidas progresistas, a la promulgación de una Declaración de Derechos de los Trabajadores, consagrada en la constitución en 1970. Para las Brigadas Rojas esto no era suficiente , Pero fue más que suficiente para los neofascistas antiproletarios.
De hecho, casi simultáneamente con la pendiente promulgación de la Declaración de Derechos de los Trabajadores en 1970, comenzo seriamente la temporada de terrorismo en Milán con el atentado contra el Banco Nacional Agrícola en Piazza Fontana el 12 de diciembre de 1969, matando a diecisiete personas e hiriendo a 80. El ferroviario anarquista Giuseppe Pinelli fue detenido bajo sospecha, suicidándose al tirarse por la ventana durante una pausa en los interrogatorios. La absurdidad de este relato provocó que el escritor Dario Fo (Premio Nobel de Literatura) lo dramatizara como una farsa en La muerte accidental de un anarquista (1970), la más famosa y aclamada de sus obras. Se sospechó que el Movimento Ordine Nuovo, una organización neofascista de extrema derecha, colocó la bomba, pero en una serie de juicios caóticos que duraron hasta 2005 nadie fue castigado nunca por la masacre, aunque un tribunal identificó a dos neofascistas como los autores del acto terrorista.
Tan sólo tres días antes del atentado de la Piazza Fontana, un golpe de estado neofascista secreto, con el nombre de código “Tora, Tora”, había sido cancelado por razones nunca reveladas, aunque tres juicios siguieron a la divulgación en marzo de 1971 de la trama en el periódico de izquierdas Paese Sera.
En el juicio definitivo en 1984 todos los acusados fueron declarados no culpables de conspirar contra el estado. El complot se conoce en Italia como el golpe Borghese (el golpe de Borghese) porque el “activo” de Angleton Junio Valerio Borghese, el aristócrata fascista, conocido como “El Príncipe Negro”, jugó un papel central en ella (la palabra española golpe se implantó en Italia tras el golpe de Pinochet en Chile en 1973). En el momento del fallido golpe de Borghese en 1969, el ejército casi-privado de Borghese de la era fascista se había estado entrenando en los Estados Unidos desde la época de Angleton en Sicilia en 1943 -en primer lugar veinte saboteadores; después muchos más. El presidente Francesco Cossiga, que había sido ministro del Interior durante el secuestro de Moro, declaró en una entrevista años después que “el papel de la CIA era financiar a los grupos neofascistas anticomunistas”. Sin embargo, en medio del asalto al Ministerio del Interior en Roma, Borghese desactivó la operación. Las conjeturas sugieren que un golpe neofascista en Italia no era exactamente lo que Washington deseaba o necesitaba en ese momento.
Sin embargo, el atentado en la Piazza Fontana y el golpe de Estado, con buques de guerra estadounidenses y de la OTAN supuestamente esperando en el Mediterráneo, fueron seguidos por un frenesí implacable de ataques terroristas. He aquí una lista seleccionada de los más sangrientos, perpetrados por los grupos neofascistas:
▪ 1970 Gioia Tauro, Calabria: 6 muertos; 27 heridos
▪ 1972 Peteano di Sagrado, Venezia Giulia: 3 muertos, 1 herido
▪ 1973 Via Fatebenefratelli, Milán: 4 muertos, 46 heridos
▪ 1974 Piazza della Loggia, Brescia: 8 muertos, 94 heridos
▪ 1974 Tren Italicus (entre Florencia y Bolonia): 12 muertos, 48 heridos
▪ 1980 Estación de trenes de Bolonia: 85 muertos, 200 heridos
¿QUÉ PAPEL JUEGA EL “ESTADO PARALELO”?
Algo estaba realmente podrido en Italia. Los ataques traumáticos a los civiles, las desestabilizaciones, los golpes de estado y los ataques de falsa bandeRa hicieron que el escritor Pier Paolo Pasolini escribiera, poco antes de su propio asesinato en 1976, una acusación en las páginas del Corriere della Sera: “Conozco los nombres, pero no tengo pruebas”. La justicia era lenta o reticente a enfrentarse a los asesinos neofascistas (tuvo más éxito con la izquierda). Por otra parte, los miembros de los servicios secretos, el Ministerio del Interior y la inteligencia militar sabotearon la persecución, los juicios y las investigaciones, práctica que pasó a llamarse “depistaggio” o “desviar el rumbo”. Nada de esto era una sorpresa. La policía secreta de Mussolini, el ejército y los servicios de inteligencia, se integraron perfectamente en los Ministerios de Interior, Asuntos Exteriores y militares de la nueva República, bajo la supervisión de la ocupación americana y, después de 1949, en la OTAN ( y en el programa secreto Stay behind de la OTAN, para contener al comunismo). Esta continuidad virtual del régimen fascista, ahora entrelazado con la mafia, sin oposición del Vaticano, apoyada por sociedades secretas oscuras y logias masónicas, en el seno de los nuevos órganos de poder, popularizó el calificativo de “estado paralelo” entre el público italiano durante los “años del plomo” -un gobierno post-fascista y democrático era lo que se mostraba a los ciudadanos desprevenidos; y otro neofascista, en las sombras, minando la soberanía nacional. Especialmente los servicios de inteligencia eran conocidos por proteger a los miembros de los grupos neofascistas, frustrando las actividades del poder judicial mediante el uso de la rúbrica de “secreto de Estado”.
Las palabras premoritorias de Pasolini se recuperaron dos años después, durante los cincuenta y cinco días del cautiverio y asesinato de Moro, cuando toda la clase política -de los demócrata-cristianos a los comunistas, de los socialistas al Vaticano- sus amigos, socios y aliados a lo largo de la existencia de la república, ignoraron los llamamientos escritos de su celda para negociar su liberación. El gobierno adoptó la línea dura: no negociar con los terroristas. El Partido Comunista estuvo de acuerdo, temiendo ser incluido en la misma calificación de terrorista con la BR en caso contrario. El Papa Pablo VI, desde una ventana de la Plaza de San Pedro, pidió la liberación de Moro “sin condiciones”. La negativa a negociar fue como si los políticos de Italia comprendieran que el destino de Moro estaba sellado, que ya estaba muerto. La condición de las Brigadas Rojas para liberar a Moro requería que el estado liberara de la cárcel a una serie de miembros de su grupo, una petición que no era excesiva en casos de secuestro político, como señaló Moro en sus cartas. Sin embargo, las BR también insistieron en ser reconocidas por el Estado de las BR como una contraparte política, como un partido político armado, como una fuerza de combate. Ningún estado puede legitimar la fuerza que lo pretende derrocar. Era una demanda imposible de cumplir. Esto cierra y abre el misterio: por un lado, las BR hizo una oferta que fue rechazada, y lo mataron; por otra parte, hicieron una oferta tan inaceptable que sabían que sería rechazada, por lo que su muerte estaba decidida de antemano ¿Por quién?
Giovanni Moro acusa a todos los partidos de blindar la verdad:
Todavía no se conoce la verdad -histórica, judicial o política... Moro fue asesinado por su proyecto político. Incluso los brigatisti no han dicho la verdad: ¿por qué no hicieron público todo lo que mi padre reveló bajo interrogatorio? En las cartas encontradas en 1990 -las que nunca se hicieron públicas en ese momento- mi padre menciona a Gladio por primera vez. Con la revelación de Gladio, la BR podría puesto en una situación comprometida a la DC, pero lo mantuvieron en secreto. Podría haber destruido la imagen del Estado como algo integral y sólido. ¿Por qué los brigatisti no lo usaron? Estoy seguro de que están mintiendo hasta el día de hoy. ¿Y por qué lo mataron precisamente cuando se abrió un rayo de esperanza en la DC [para llevar a cabo negociaciones]? Y, por último, ¿por qué el Estado no hizo nada para salvarlo? Giulio Andreotti (DC) era el jefe político del estado... Francesco Cossiga (DC) era Ministro del Interior. En cualquier otro país, un Ministro del Interior bajo cuyo mando tiene lugar semejante desastre habría sido mandado a cultivar rosas. En cambio, se convirtió dos veces en Primer Ministro y en una vez en Presidente de la República (algo idéntico a lo que pasó en españa, donde tras el asesinato de Carrero Blando se nombró jefe de gobierno a Arias Navarro, que como Ministro de Interior era responsable de no haberlo podido impedir, AyR).
PERDEDORES Y GANADORES
¿Quién se benefició, de hecho, de la muerte de Moro? No las BR, ya que el estado actuó duramente y de manera oportunista contra los izquierdistas italianos de todo tipo, deteniendo a 12.000, e induciendo a 600 a escapar al extranjero, destruyendo virtualmente el núcleo histórico de las BR. No Italia, que abandonó el compromesso storico, su oportunidad de formar una coalición de unidad nacional, que representase a todo el espectro de los votantes italianos. No los dos partidos históricos de la Resistencia, los padres de la República y los articuladores de su constitución progresista, “fundada en el trabajo”. Moralmente comprometidos por su negativa a negociar la liberación de Moro, tanto el Partido Comunista como el Partido Demócrata Cristiano perdieron la confianza y el respeto de los votantes, hundiendo gradualmente a Italia en su actual vacío político, un “estado fracasado” en todo menos en el nombre, una base militar virtual de la OTAN y EEUU. Los ultraderechistas se beneficiaron sin duda, ya que el antiguo partido de Mussolini, el Movimento Sociale Italiano, se transformó en Alleanza Nazionale (Alianza Nacional) para gobernar, junto con la racista, antiinmigrante y separatista Lega Nord, y con el partido del oportunista magnate de los medios de comunicación, Silvio Berlusconi. El PCI se convirtió en el Partido Demócrata de la Izquierda y luego en el Partido Democrático (DP). Esta asociación de fuerzas políticas retrógradas junto con una izquierda (contra-) reformista, neoliberal y mutilada gobierna en coaliciones dentro y fuera como un estado vasallo virtual y un puesto logístico avanzado en la “Guerra contra el Terror” estadounidense.
PRINCIPAL SOSPECHOSO: “ET TU, KISSINGER?”
Debemos recordar que, sólo cinco años antes del asesinato de Moro, el gobierno de Salvador Allende fue derrocado por un golpe de Estado supervisado por la CIA. El Secretario de Estado, Henry Kissinger, justificó en parte la acción diciendo: “Si permitimos que Chile se haga comunista, entonces Italia le seguirá”. La viuda de Moro testificó que “una figura política de alto rango de los Estados Unidos” había amenazado la vida de su esposo, En una visita oficial a Washington con la delegación italiana en 1976. Ella testificó en la investigación parlamentaria que el funcionario dijo: “O detiene su línea política, o usted lo va a pagar caro”. El amigo cercano de Moro y miembro del partido, el ministro Giovanni Galloni, Identificó al funcionario como Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado de Estados Unidos. Textualmente, las palabras registradas en los documentos de uno de los cinco juicios, dicen así:
“Onorevole, lei must smettere di perseguir el suyo piano politico por portare tutte le forze del suo Paese a collaborare direttamente. Qui, o lei smette di fare questa cosa, o lei la pagherà cara. Veda lei come la vuole intendere” (“Señoría, debe dejar de llevar a cabo su plan de conseguir que todas las fuerzas políticas de su país colaboren directamente. O deja de hacerlo, o lo pagará caro. Depende de usted cómo interpretarlo”)
Giovanni Moro recuerda la teoría de su padre de las “convergencias paralelas” cuando dice:
Insisto en repetirlo: mi padre era el hombre que quería mover a Italia más allá de la Guerra Fría. Había montones de personas en Italia y fuera de Italia que lo consideraban peligroso. Esta es la explicación que tiene en cuenta tantas posibles implicaciones.
CONCLUSIÓN
Lo que tiene que atronar en las mentes de los lectores de esta vieja historia es la similitud con varios aspectos de la “política exterior” americana de nuestros días. Pensemos en la “estrategia de la tensión” implícita en las “revoluciones de colores”, planeadas, financiadas y puestas en escena por organizaciones estadounidenses (ONGs incluidas), que tienen como objetivo llevar a cabo un “cambio de régimen”. Pensemos en el reclutamiento, armamento, entrenamiento y financiación de las fuerzas reaccionarias, fundamentalistas islámicos o neonazis, para “desestabilizar” un lugar sembrando el terror. Pensemos en cómo la financiación de los grupos terroristas de derechas en Italia provocó la respuesta terrorista de izquierda –la estrategia imperial clásica de ‘divide y conquista’- y apliquémoslo en cualquier lugar donde las intervenciones militares estadounidenses han destruido estados completos: Irak, Libia y ahora Ucrania, así como los intentos en marcha en Siria.
¿Que vé? ¿No sólo historias paralelas, sino “convergencias paralelas” tal vez?
Este texto (y cómic) forma parte del dossier sobre la OTAN publicado en el número 57 de la revista Desde el Confinamiento, que puede descargarse gratuitamente aquí.