Anarquismo y feminismo como reacción al auge del islamismo
Published on: martes, 21 de julio de 2015 //
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Anarquistas egipcios ocupan un local del partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes. |
Por YEGHIG TASHJIAN
Strategic Outloock
(marzo 2013)
Según la escritora feminista marroquí Fátima Mernissi, la confusión entre el Islam como una creencia y el Islam como una religión de Estado ha contribuido en gran medida del fracaso de los movimientos de la izquierda laicista en el mundo árabe. La corrupción y el autoritarismo de estos movimientos y sus regímenes han llevado a la explosión de movimientos populares, a veces de manera pacífica y otras en forma de levantamientos violentos, exigiendo el derrocamiento de dichos regímenes.
A medida que la «Primavera árabe» se desataba y los jefes de Estado eran derrocados, pero la «esencia» de estos regímenes se mantuvo, como en Egipto y Túnez, donde el «islamo-fascismo» llegó al poder al ser elegido democráticamente. Estos movimientos, tanto la Hermandad Musulmana como Al-Nahda, trataron de hacerse con el control de los recursos del gobierno y oprimieron los izquierdistas seculares, ignoraron los derechos de las mujeres y trataron de marginar a los revolucionarios laicistas mediante el uso de la fuerza. Como resultado, grupos de la oposición influenciados por los movimientos de protesta en Europa intentaron organizarse por su cuenta, dando lugar a la aparición de nuevas ideologías en el mundo árabe; tanto el anarquismo como el feminismo trataron de desafiar el poder del «islamo-fascismo» en la región.
ACCIÓN Y REACCIÓN
Los movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes y los salafistas no son recién llegados a nuestra región. La asociación de los Hermanos Musulmanes surgió en 1928 como un movimiento pan-islámico, fundada por Hasan al-Banna. Durante los años 70 y 80 sus miembros fueron perseguidos por las fuerzas del nacionalismo laicista en Egipto, Siria y Túnez. Mientras tanto empezaron a echar raíces los movimientos salafistas de Arabia Saudí, divididos en diversas ramas, la más peligrosa de las cuales es la wahabita-yijadista [o, también llamado, salafismo combatiente]. Tras estallar las revueltas en Túnez y Egipto, los movimientos y partidos islamistas reaparecieron en la arena política y obtuvieron la mayoría en el Parlamento, y en Egipto además lograron ganar las elecciones presidenciales...
De manera unificada, las fuerzas laicistas débiles y desorganizadas comenzaron a acusar a los islamistas de «reislamizar» sus sociedades. El choque ideológico entre laicistas e islamistas alcanzó su clímax durante la redacción de la constitución. El conflicto más importante tuvo lugar en torno a la definición del estado y los derechos de las mujeres, es decir, si se trataba de un estado laico o islámico y si las mujeres serían tratadas como iguales o sujetas a la sharia musulmana.
Durante las elecciones presidenciales egipcias una declaración de la rama egipcia de los Hermanos Musulmanes afirmaba que «las mujeres tienen derecho a ocupar todas las posiciones, excepto la oficina de la presidencia»; esto era algo que no es muy diferente de las declaraciones salafistas; estos dos partidos tenían mujeres en sus candidaturas electorales, pero siempre explican que los derechos y deberes de las mujeres no deben contradecir la ley islámica. La rama egipcia de los Hermanos Musulmanes incluía en su programa electoral «garantizar el acceso de las mujeres a todos sus derechos, de acuerdo con los valores de la ley islámica, manteniendo el equilibrio entre sus deberes y derechos». Tras las elecciones muchos movimientos revolucionarios egipcios acusaron al partido Libertad y Justicia (el partido político egipcio de los Hermanos Musulmanes) de apartarse de los objetivos de la revolución egipcia. El problema es que la Ley Islámica, la sharia, no es lo mismo que lo que el mundo conoce en nuestra época como «derechos de las mujeres» o los derechos que forman parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos. Asimismo, los «deberes de las mujeres» que defiende la Hermandad Musulmana es evidente que no considera los derechos de las mujeres como algo natural e inalienable. Afirma que sus derechos han de ser restringidos por la sharia y sus obligaciones sociales; obligaciones que a su vez están impuestas por la sharia.
Además, la marginación de la oposición egipcia y el asesinato del jefe de la oposición izquierdista tunecina plantearon serias dudas sobre la «democratización» de estas sociedades. Como en la época previa a los alzamientos, las fuerzas de seguridad, controladas por el gobierno, han abierto fuego sobre los manifestantes y encarcelado a muchos de ellos; como consecuencia la desobediencia se ha extendido a muchos pueblos; recientemente en una pequeña área en Port Said en Egipto, hay un pueblo bajo control de los anarquistas que defienden a los manifestantes de las fuerzas gubernamentales empleando incluso violencia contra su violencia. Estas acciones por parte de los islamistas doy lugar al ascenso de fuertes movimientos feministas y anarquistas árabes en. Egipto, Túnez e incluso en el Líbano, donde hace unos meses tuvo lugar una «Primavera del trabajo».
DE «ABAJO EL RÉGIMEN» A «ABAJO EL CAPITALISMO»
Es evidente que la ola actual de alzamientos árabes, a diferencia de los «alzamientos» de los años 50, no tienen una autoridad intelectual, política e incluso ideológica debido a que su naturaleza es anárquica. Cuando los partidos islamistas tomaron el poder a través de elecciones democráticas, los izquierdistas quedaron marginados y adoptaron el papel de oposición. Algunos de estos movimientos demostraron ser incapaces de movilizar a gente y de poner fin a las violaciones de derechos humanos que siguieron teniendo lugar incluso cuando esos islamistas gobernaban. Por tanto, era necesario defender los derechos de los oprimidos y hacer frente a cualquiera de las medidas opresoras tomadas por el gobierno. Debido a ello, el anarquismo resurgió. Históricamente, el anarquismo no ha jugado un papel importante en la política árabe y de Oriente Medio, pero no obstante en Egipto y Túnez está en ascenso debido a la violencia que ha llevado al rechazo de las autoridades políticas y religiosas. De la misma forma en que los islamistas trataron de reducir la separación entre Estado y religión, los anarquistas árabes declararon la «guerra» tanto a las opresoras autoridades civiles como a las religiosas que intentaban eliminar los derechos de las mujeres y las minorías. Según Eric Hobsbawm, el principal atractivo del anarquismo es emocional y no intelectual, por ello los anarquistas están profundamente movilizados por el idealismo, el heroísmo y el sacrificio. Como el marxismo tradicional, los anarquistas son contrarios a la explotación de clase y comprometidos a derribar la presente sociedad mediante el rechazo del estado o las instituciones religiosas.
Recientemente todo el mundo está hablando de un nuevo movimiento anarquista radical que apareció en Egipto, el «Black Bloc». Estos nuevos opositores al régimen de la Hermandad Musulmana enmascarados de negro quieren defender los manifestantes callejeros mediante el uso de la fuerza si es necesario. Inspirados en los movimientos occidentales anticapitalistas de los 80, el nuevo y misterioso «Black Bloc» apareció por primera vez en las manifestaciones convocadas para celebrar el segundo aniversario de la revolución del 25 de febrero. Esta organización declaró que su misión es luchar «contra el régimen fascista (de los Hermanos Musulmanes) y su brazo armado», y ha asumido la responsabilidad de una serie de actos de desobediencia civil, como el parar el transporte público o prender fuego a algunos de los centros de la Hermandad Musulmana. Entre tanto, la Hermandad Musulmana y los medios de comunicación proislamistas se han apresurado a denunciar al grupo calificándole de cualquier cosa, desde ser anarquistas violentos a títeres de Israel, mientras el Ejército ordenó «arrestar a cualquier sospechoso de pertenecer (al Black Bloc)», que calificó de «grupo organizado que lleva a cabo acciones terroristas». A comienzos de febrero de 2013 el líder de la oposición de izquierdas de Túnez, Chokri Belaid, fue asesinado, y violentos enfrentamientos tuvieron lugar en las calles entre partidarios del gobierno islamista e izquierdistas. Como consecuencia, algunos de los locales del partido islamista Al-Nahda fueron quemados por algunos manifestantes furiosos. La responsabilidad de estas acciones recaló en los anarquistas del «Movimiento Tunecino de Desobediencia», que se comprometió a defender la revolución de la contrarrevolución islamista. El movimiento también hizo pública una declaración llamando al establecimiento del Socialismo Libertario en Túnez y organizó protestas anticapitalistas durante el Foro Social Mundial que tuvo lugar en Túnez, difundiendo un manifiesto al respecto.
Una «Primavera árabe» no vale para nada si no garantiza a la mujer árabe todos sus derechos, siendo de esta forma una «Primavera de la mujer». Debido a los tabúes religiosos y culturales, las mujeres árabes han sido oprimidas, maltratadas sexualmente y discriminadas en asuntos públicos. Pero las últimas revoluciones en la región ofrecieron a las mujeres árabes la posibilidad de alzar su voz, y debido a ello las mujeres en Egipto, Túnez e incluso Líbano se revolucionaron. Un fuerte llamamiento a favor del feminismo surgió en esos países llamando a la igualdad entre el hombre y la mujer y poner fin a la discriminación de género en los asuntos públicos.
A mediados de marzo de 2013, cuando la ONU hizo pública una declaración sobre los derechos de las mujeres, los Hermanos Musulmanes en Egipto criticaron el documento por anticipado afirmando que era «engañoso», y chocaba con los principios islámicos y minaba los valores familiares. Según la Hermandad Musulmana, la declaración de la ONU «elimina los valores islámicos, y busca destruir la familia... lo que llevará a la desintegración de la sociedad». Pese a que la Hermandad Musulmana aseguraba que los derechos de la mujer estaban protegidos en la Constitución posterior a la revolución, los activistas egipcios de derechos humanos declaraban que la Constitución minaba los derechos de las mujeres y las negaba la igualdad al ignorar sus derechos políticos.
Entre tanto, en Túnez, mientras el país celebraba el 56 aniversario de la Ley del Estatus Personal, el 23 de agosto de 2013 el partido gobernante islamista Al-Nahda propuso añadir una cláusula a la Constitución que dejaría de considerar a las mujeres iguales a los hombres ante la ley; en lugar de ello, la cláusula decía que la mujer «complementa» el papel del hombre en la familia. Esta cláusula se basaba en varios principios teóricos de Rashed Ghannoushi, líder del partido Al-Nahda, que presentó sus teorías en su libro Las mujeres: Entre el Corán y la realidad musulmana, y llegaba a la conclusión de que «las características únicas de la mujer giran en torno a sus funciones sexuales». Debido a ello, cada «característica de una mujer está relacionada con sus funciones sexuales y es el resultado de éstas». Esta teoría regresiva era simplemente evidente en la propuesta de Al-Nahda para el capítulo 28 de la Constitución sobre los derechos de la mujer. Desafortunadamente logró superar el «Comité de Derechos y Libertades».
Los partidos islamistas y salafistas siempre bloquean a las organizaciones internacionales que protegen a la mujer de la violencia con la excusa de que ciertos detalles se oponen al Islam. En su artículo la columnista saudí Badria al-Bishr nos recordaba que la declaración que liberaba los esclavos también fue rechazada por algunos que consideraban que esclavizar personas es un derecho asegurado por la religión. Pero ya nadie se atreve a «defenderlo».
CONCLUSIÒN
Es un error decir que los actuales alzamientos o la llamada «Primavera árabe» tan solo han regenerado el Islam. Hoy día el anarquismo y el islamismo están en ascenso, tan solo hay que ir a una cafetería en cualquier país árabe e intentar hablar con algunos intelectuales sobre la actual crisis política de la región para darse cuenta de cuanto rechazo hay hacia el tradicionalismo y las autoridades patriarcales debido a la frustración provocada por las falsas promesas. Todo esto son síntomas de que la región está cambiando, y las autoridades han de ser conscientes de dichos cambios, ya que los islamistas de hoy no serán los gobernantes de mañana. De lo contrario, como decía Karl Marx, la historia se repite, y la sociedad siempre se estructura a si misma, por lo que una segunda revolución sería inevitable.