Noticia sobre «Capital y Trabajo» y su autor, Johann Most, por Hans Magnus Enzenberger
Published on: lunes, 13 de agosto de 2018 //
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Kapital und Arbeit (Capital y trabajo) se escribió en prisión. Sólo allí encontró tiempo Johann Most para estudiar el primer tomo de El Capital, aparecido en 1867. Comprendió al momento que dicho libro difícilmente podía ser entendido por aquellos en cuyo interés se había escrito, y se entregó a la tarea de redactar un extracto popular (tal el subtitulo de la primera edición). El libro apareció en Chemnitz, en 1873. Fue tan leído que rápidamente se agotó la primera edición.
En el ínterin, Wilhelm Liebknecht se enteró del libro. Marx había dicho de él una vez que siempre buscaba representar en alguna medida el papel de mediador entre la teoría puramente comunista y la praxis, en especial entre Marx y los trabajadores (1). No es de maravillar, pues, que Liebknecht apoyara vívidamente ese intento de hacer accesible a los lectores impreparados la obra capital de la teoría marxista. Presentó, por tanto, el folleto a Marx y Engels y les rogó que revisaran el texto y lo reelaboraran donde fuera necesario. En el verano de 1875, poco antes de su viaje a Karlsbad y a pesar de tener deshechos los nervios (2), Marx se puso a la tarea, ayudándole Engels. He debido tachar todo lo que se refería al valor, al dinero, al salario y muchas otras cosas y en su vez he añadido algo especial, escribía un año despues a Sorge (3). En abril de 1876 volvia a aparecer el libelo en su segunda edición, también en Chemnitz.
La opinión de Marx y Engels sobre Most y su obra es contradictoria. En su correspondencia se encuentran muchas observaciones al respecto que en modo alguno son lisonjeras. Hablan de borricadas, estilo estudiantil, sabihondeces, frivolidades y hasta de las peores estupideces (4) y desde el principio prohibieron que aparecieran sus nombres en la página titular del Extracto. Estos juicios no se han de sopesar en balanza de farmacéutico. Todo el que conoce los muchos tomos de la correspondencia sabe que los clásicos del marxismo eran también virtuosos del denuesto. No existe casi camarada alguno sobre el que, en el transcurso de los años, no cayera alguna acusación de grueso calibre. Otra ocasión se presentó con la discusión en torno a Dühring y el Anti-Düring, en la que Most no hizo muy buena figura, para no hablar de la orientación posterior de éste hacia el anarquismo. Y finalmente, con El Capital, Marx había fijado un estándar científico para la teoría socialista, ante el que debía quedar corto todo conato de popularización. Respecto a esto no era el libelo de Most lo que valía, sino la posibilidad de efectuar una sinopsis de la obra de Marx.
Por otro lado, tanto Marx como Engels recomendaron por dos veces, de manera expresa, que se llevara a la imprenta el compendio de Most. Una vez aparecida la redacción revisada por ellos, Marx expidió un ejemplar a Sorge, en Nueva York, quien cuidó de que se hiciera la traducción al inglés. (La edición en inglés, de Otto Weydemeyer, apareció en Nueva York en 1878.) Pesa todavía más el hecho de que, cuatro años después, Engels volviera aún sobre el Extracto, en época en que Most hacía tiempo que pasaba ante la socialdemocracia como renegado. En julio de 1882 escribía a Hepner, en Nueva York, que este extracto no dejaba de tener sus ventajas y podía ser impreso (5). Bástenos estas observaciones, pues, por lo demás, la utilidad del libro no se ha de medir por citas epistolares.
Nuestra versión sigue la tercera edición de Kapital und Arbeit aparecida en Nueva York en 1890 (International Library No.2, colección publicada trimestralmente por ]ohn Mueller), siempre pululante de erratas desconcertantes (6). Se tuvieron a la vista las dos ediciones de Chemnitz. En el cotejo no hubo duda alguna respecto de los pasajes en que Marx y Engels debieron añadir algo especial. Se trata de lugares centrales como se comprenderá y que en esta edición se han impreso en cursiva. Las alteraciones insignificantes que no se han podido retraer a la redacción marx-engelsiana, sino que más bien se deben a Most, no se han señalado. El Extracto trae su subtítulo con alguna razón, puesto que Most copió literalmente frases enteras de El Capital mientras que otras las parafraseó. No se ha intentado anotar esos pasajes y en su lugar, a pie de página, se ha acotado dónde se puede hallar en el original el texto exacto (en la presente edición cibernética optamos por ubicar tal señalamiento al final del párrafo, resaltándolo con letra color rojo); de esta manera se le facilita al lector la remisión a Marx.
Las horribilísimas erratas de la edición precedente y, es de esperar, todas las demás, se han evitado aquí. Por lo demás, las enmiendas al texto de Most se reducen a los siguientes casos:
1. Las medidas, pesas y monedas en desuso se han transcrito en actuales; como sólo aparecen en ejemplos, no ha sido precisa exactitud cuantitativa, por lo que se han redondeado las cifras resultantes; así el táler aparece aquí como 20 marcos;
2. Se han sustituido algunas expresiones anticuadas por otras de uso corriente actual. Tales alteraciones corresponden sin duda a las miras del autor quien, precisamente, había procurado que todo el mundo lo pudiera entender (o pudiera entender a Marx).
NOTAS
(1) Wilhelm Liebknecht, Karl Marx zum Gedächtnis. Ein Lebensabriss und Erinnerungen. Nurenberg, 1896. Página 39.
(2) Marx a Friedrich Adolph Sorge. Carta del 27 de septiembre de 1877. MEW 34, página 294.
(3) Márx a Friedrich Adolph Sorge. Carta del 14 de julio de 1876. MEW 34, página, 183.
(4) De la correspondencia de los años setenta y ochenta. MEW 35, passim.
(5) Engels a Adolf Hepner. Carta del 25 de julio de 1882. MEW 35, página 345.
(6) Marx a Fredrich Adolph Sorge. Carta del 14 de julio de 1877. MEW 34, página 294.
Noticia sobre el autor
Johann Most fue un temperamento de fuego. Durante el movimiento obrero alemán de 1870 y 1880 no hubo agitador que le igualara en apasionamiento y coraje. Su intranquila vida empezó con una niñez amarga y concluyó en aislamiento descorazonador.
Most nació en Ausburgo en 1846, como hijo natural de un empleado empobrecido y una ama de llaves, siendo educado por una madrastra que lo maltrataba. A los trece años tuvo que sufrir una operación facial que le desgració la cara para siempre. Para ocultar su afeada mandíbula inferior, posteriormente llevó siempre una barba larga y densa. Entró de aprendiz de un encuadernador.
En años de peregrinaje recorrió Alemania, Austria, Hungría, Italia y Suiza. En 1867, en Suiza, se unió a la Primera Internacional; en 1868, al Movimiento Obrero Socialista Austriaco. Su vocación lo llevó a estar pronto en contacto con impresores legales e ilegales, en cuyas manos estaba entonces la propaganda. La historia de sus aprehensiones y penas de cárcel llenaría toda una página. En julio de 1870 fue procesado en Viena, reo de alta traición; la sentencia fue de cinco años de dura cárcel. Pero en febrero del año siguiente fue puesto en libertad por una amnistía y desterrado; pasó a Alemania entrando en el Partido Obrero Socialdemócrata. Por primera vez dirigió un periódico propio, la Chemnitzer Freie Presse (Prensa Libre de Chemnitz) y por primera vez también dirigió una acción política, la huelga de trabajadores de la metalurgia de Sajonia, en otoño de 1871. La Freie Presse, como todas las publicaciones que editó Most, fue prohibida muchas veces, y Most tuvo que dejar Chemnitz en 1873. Un año después fue elegido por primera vez para el Reichstag, y en 1877 fue elegido para el mismo cometido por segunda vez. Tomó además en estos años la redacción del Suddeutsche Volksstimme (La voz del pueblo de Alemania del Sur), de Maguncia, y más tarde la de Berliner Freie Presse (Prensa Libre de Berlín). Most no había nacido para funcionario flemático. Sus puntos de vista políticos y su temperamento ardiente le acarrearon siempre nuevas persecuciones. La inmunidad de que gozaba como diputado le valió de poco. En un discurso conmemorativo de la Comuna de París fue condenado de nuevo por delito de lesa majestad y de blasfemia contra Dios -por ataques violentos y cínicos contra el patriotismo y la religión- a veintiséis meses de prisión. Durante esta detención escribió dos libros: Die Bastille am Plötzensee. Blätter aus meinem Gefángnis-Tagebuch (1876) (La Bastilla de Plotzensee. Hojas de mi diario de prisión) y Proletarier-Liederbuch (Cancionero proletario), que tuvo muchas ediciones.
En prisión estudiaba muy diligentemente, según era su costumbre. Entonces cayeron en sus manos los escritos del profesor berlinés, Eugen Dühring, que le gustaron. Cuando fue puesto en libertad escribió un par de artículos al respecto en Berliner Freie Presse, en los que recomendaba cálidamente la lectura de los libros de Dühring a todos los socialdemócratas. El pobre Most no sabía el lío en que se metía; Marx y Engels se enojaron por mucho tiempo y como durante el Congreso de Gotha impugnara el Anti-Düring de Engels, el veredicto quedó ratificado. Como solía decir Marx, era un Nudo: Los trabajadores, escribía a Sorge en 1877, cuando como el señor Most et Cons. (y compañeros o y socios, juego sarcástico de palabras) dejan el trabajo y se convierten en literatos de profesión, propagan teóricamente la enfermedad y siempre están dispuestos a enlazarse con los chorlitos de la casta dudosamente erudita.
Entre tanto, la situación de Most en Alemania se había vuelto inaguantable. Su ateísmo lo había convertido en el coco de la gente, en especial desde que, muy en contra de la línea del Partido, había fomentado que las masas se retiraran de las iglesias de los pueblos. Cuando en octubre de 1878 fue emitida la ley contra los socialistas, fue desterrado inmediatamente de Berlín y tuvo que emigrar, refugiándose en Francia; pero en 1879 fue arrojado por extranjero indeseable. Inglaterra era todavía entonces lo que, tanto después como antes, se cree que es: un país de tradiciones liberales; así que Most pasó a Londres.
Naturalmente, tampoco allí tuvo mucho rato de tranquilidad. Inmediatamente fundó su propia hoja, la Freiheit (Libertad), en la que cada vez empleaba tonos más radicales. Es característico que la publicación siempre saliera en tinta roja. No es difícil de entender que Most indujera a abandonar los últimos restos de reserva y circunspección. La actitud oportunista de la socialdemocracia alemana había hecho dimitir a la propia junta directiva del Partido, incluso antes de que entrara en vigor la ley contra los socialistas. Toda una serie de diputados y otros funcionarios capitularon inmediatamente ante Bismarck. Por ningún lado se columbraba una línea clara y no era posible pensar en una directriz decidida. A todo esto se unió el terror brutal que la policía alemana practicaba contra todo movimiento obrero organizado. En estas circunstancias es comprensible que surgieran en Alemania pequeños grupos activistas que rehusan toda política parlamentaria y abogaran por la acción directa. La única base ideológica de que disponían esos grupos era el anarquismo, el cual a la sazón representaba gran papel en el movimiento obrero internacional, en especial en Francia, Italia y España. La Freiheit pasó a ser portavoz de los grupos radicales de Alemania, y Most se convirtió en anarquista.
En 1880, el Congreso de Wyden lo expulsó de la socialdemocracia. También puso cada vez más nerviosa a la justicia inglesa y pronto se echó de ver que la libertad de prensa británica tenía sus límites. Tras el atentado fatal contra el zar Alejandro II, abrió Most su periódico con un encabezado gigante que constaba de una sola palabra impresa en rojo sangre: ¡Por fin!. A continuación escribía: Lo que se ha de lamentar de todas maneras es sólo la rareza del llamado tiranicidio. Si cada mes cayera un canalla coronado, en breve a nadie le gustaría seguir haciendo el papel de monarca. Dieciséis meses de prisión fueron la respuesta a estas afirmaciones.
A su puesta en libertad no pudo seguir en Londres y en 1882 se embarcó para América. El clima social que allí encontró era muy diferente del europeo. La lucha de clases en los Estados Unidos carecía casi por completo de teoría y se desenvolvía con frecuencia en formas violentas; a veces entre la policía privada, armada, de los empresarios y los obreros se llegaba a matanzas en regla. La influencia de los anarquistas era cuantiosa debido a la fuerte inmigración de italianos y rusos.
Most en un momento dispuso todo para poder reeditar su periódico en América, lográndolo. Los años ochenta eran una especie de años de fundación para el movimiento obrero americano. Se estaban empezando a formar los sindicatos; no era posible menospreciar la importancia histórica de los grupos que se estaban constituyendo a la sazón. Most participó activamente en esa labor organizativa. La fundación de la Internacional Working People‘s Association, que tuvo lugar en Chicago en 1883, se ha de adjudicar a su celo. Desde el principio, Most combatió las tendencias economistas del movimiento americano; se atrevió incluso a llamar ocasión maldita a la exigencia, entonces muy en boga, de la jornada de ocho horas, porque a su modo de ver podía contribuir a ia mediatización de los obreros; Most encarecía otros métodos muy distintos. Bajo un nombre supuesto, había entrado en una empresa de explosivos, donde trabajó durante unos meses. Los conocimientos que adquirió en la fábrica los plasmó en un librito que ocasionó mucho sobresalto: La ciencia de la estrategia revolucionaria. Manual introductorio para el uso y preparación de la nitroglicerina, dinamita, algodón pólvora, fulminato de mercurio, bombas, espoletas, venenos, etc.. Como es natural, de nuevo fue aprehendido y encarcelado.
Posteriormente, en los años noventa, parece que Most se dedicó a las tácticas puramente terroristas. Se encargó de la formación de células de alborotadores, entregadas a acciones individuales, en su mayor parte dirigidas desde afuera, y que nada tenían que ver con el movimiento obrero. Con esta nueva orientación, Most se convirtió en anarcosindicalista. No habían cambiado ni su militancia ni las persecuciones a las que estaba expuesto. Todavía en 1902, un artículo le había acarreado dos meses de cárcel pues había escrito que el asesinato del presidente McKinley no era ningún crimen. Sin embargo, su retiro de la explosión de bombas le costó muchas simpatías entre los únicos camaradas que le quedaban. Como todas las agrupaciones débiles de izquierda, los anarquistas americanos andaban a la greña. Cada una de sus camarillas acusaba a las demás de apartarse de la enseñanza auténtica. Sucedió, pues, que Johann Most era un hombre totalmente abandonado cuando murió en Cincinnati, en 1906.