¿Es la prostitución compatible con el anarquismo?
Published on: martes, 11 de septiembre de 2018 //
AyR71,
sociedad,
titulares,
trabajo sexual
Panfleto distribuido en 2011 durante la feria del libro anarquista de Londres
FERIA DEL LIBRO ANARQUISTA DE LONDRES, 2011
El concepto de la “(libre) elección” de las mujeres a la hora de vender sexo se construye de acuerdo con el pensamiento neoliberal y de libre mercado; la misma escuela de pensamiento que pretende que los trabajadores tienen “capacidad real de decidir” y control sobre su trabajo. Sugiere que las mujeres eligen vender sexo y, por lo tanto, debemos centrarnos en cuestiones relacionadas con la seguridad de las “trabajadoras sexuales”, la capacidad de ganar dinero y su persecución por parte del estado. Mientras que la seguridad de las mujeres y los derechos de las mujeres son primordiales, el argumento para los burdeles regulados por el estado y la sindicalización es reformista en el mejor de los casos, ingenua y regresiva en el peor. Incluso la propuesta de “burdeles organizados en colectivo” ignora la naturaleza de género de la prostitución y su función en el apoyo a la dominación masculina.
Una respuesta anarquista debería exigir la erradicación de todas las prácticas de explotación y no sugerir que puedan hacerse más seguras o mejores.
Perspectivas anarquistas
El anarquismo proviene de una palabra griega que significa “libertad de dominación”. Se basa en “la decencia esencial a los seres humanos”; un deseo de libertad individual e intolerancia frente a la dominación (Woodcock). Requiere un cambio social radical y revolucionario, no un reformismo. Las creencias subyacentes incluyen:
- Oposición a la dominación y todas las jerarquías, incluida la jerarquía de género (Goldman)
- El no necesitar ningún aparato de estado. (Kropotkin)
- La justicia social como parte de nuestra naturaleza humana (Godwin)
- El cambio social ocurrirá a través de la acción colectiva (Bakunin)
- Quienes tengan poder lo entregarán por el bien común. (Godwin)
- La ayuda mutua y la reciprocidad resultan en un intercambio entre iguales. (Proudhon)
- Los seres humanos pueden ser personas soberanas que participan en asociaciones voluntarias (es decir, no para el pago) (Kropotkin)
- La emancipación de las mujeres debe provenir de sí mismas “Primero, afirmándose a sí misma como una personalidad, y no como una mercancía sexual. Segundo, rechazando el derecho de cualquier persona sobre su cuerpo”. (Goldman)
Preguntas desde una perspectiva anarquista
1. Pregunta: ¿Por qué los hombres creen que tienen derecho a comprar sexo?
Análisis: el género es una jerarquía basada en el poder y la prostitución es una manifestación de esa desigualdad de poder. Los compradores de sexo (de mujeres o de hombres) son en un porcentaje abrumador hombres. El derecho de los hombres a comprar sexo depende de su posición jerárquica privilegiada y de la posición subordinada de las mujeres. Las mujeres de entornos socioeconómicos más pobres están sobrerrepresentadas en la industria del sexo.
Solución: se debe alentar a los hombres a que renuncien a su poder jerárquico, y no apoyarlos para que lo mantengan.
2. Pregunta: ¿Por qué pagan los hombres por sexo?
Análisis: La prostitución es "una transacción financiera a cambio de sexo". El sexo está disponible libremente, ¡incluso en el sistema capitalista actual! El sexo consensual se puede negociar entre cualquier adulto sin necesidad de intercambio financiero. Por lo tanto, el acto de pagar por el sexo sirve para otro propósito: le permite al hombre afirmar su poder y control sobre lo que ha comprado. La afirmación de poder y control por parte del hombre, y la dominación de la mujer, son parte de la transacción. No se trata de sexo.
Solución: Hay que enfrentarse a los hombres que compran sexo por su abuso de poder y control sobre las mujeres.
3. Pregunta: ¿Son los sindicatos o colectivos de "profesionales del sexo" la respuesta?
Análisis: la mayoría de las mujeres que venden sexo lo hacen principalmente debido a la falta de alternativas. El 90% de las mujeres que participan en la prostitución quieren salir, pero tienen pocas alternativas (Farley, 1998). Cuando las personas son explotadas, las apoyamos a ellas, no a los explotadores. Los sindicatos de trabajadores son necesarios para la producción de bienes esenciales: el sexo no es una mercancía, está disponible libremente para todos. Los sindicatos o incluso los colectivos de personas que venden sexo a hombres ignoran el hecho de que el acto de comprar sexo es problemático dentro de un análisis anarquista. Normalizar los desequilibrios de poder y las desigualdades no los hace reducir o desaparecer; solo los refuerzan.
Solución: las personas deben tener elecciones equitativas sobre cómo vivir sus vidas. La mayoría de las prostitutas no tienen una gama de alternativas equitativas. Los hombres que compran sexo si tienen alternativas. Los anarquistas deben desafiar el status quo de las jerarquías de poder de género al cuestionar el derecho de los hombres a comprar sexo, en lugar de apoyar formas que hagan más fácil para los hombres poder ejercer poder y control sobre las mujeres y alienarse de la naturaleza humana.
Otras ideas radicales
Si las mujeres tienen pocas alternativas, los hombres no les hacen un favor pagándoles para tener relaciones sexuales: denles simplemente el dinero. Las personas que piensan que la prostitución es un servicio para hombres socialmente aislados deberían ofrecer sexo gratis a estos hombres. Las personas que piensan que la prostitución es igual a cualquier otro trabajo manual, pero mejor pagado, deben tratar de ganarse un salario digno en Romford Road. (La mayoría de las mujeres no trabajan como “escorts bien pagadas”). Quienes fetichizan [sic] el intercambio de sexo por dinero no son anarquistas ... ni radicales de manera alguna, sino que promueven la alienación entre los seres humanos [sic].
Un último pensamiento sobre feminismo
El feminismo trajo a nuestras conciencias la noción de que "lo personal es político". Recurrir a un análisis feminista para examinar las interacciones entre personas como apoyo o desafío a la jerarquía de género da como resultado las mismas conclusiones: el hecho de que los hombres compren sexo los hace cómplices de la subordinación de las mujeres como grupo.
Respuesta a: La prostitución no es compatible con el anarquismo
Esta es una respuesta a las autoras del panfleto distribuido en el taller "Trabajo sexual y anarquismo" en el London Anarchist Bookfair 2011 (el folleto original se reproduce a continuación).
El panfleto fue escrito y distribuido por personas que no estaban de ninguna manera conectadas con la organización del taller. En el panfleto no se aclara quiénes son los autores o a qué organización pertenecen y simplemente pone “London Anarchist Bookfair 2011” bajo el título. Al ser entregado a la gente que entraba en la sala, mi camarada le preguntó a la mujer que se lo había entregado quién lo había escrito y la mujer respondió: “Nosotras lo hicimos”. Esta respuesta fue, en el mejor de los casos, vaga y en el peor, engañosa. La mayoría de las personas que recibieron el panfleto asumieron que fue escrito por los organizadores y, en consecuencia, desfiguraron la discusión hasta que pudimos aclararlo. Soy trabajadora sexual y fui parte de la organización de ese taller. El contenido de este panfleto me concierne y me gustaría responder a algo de lo que está escrito en él. Estoy escribiendo esto de manera puramente individual.
En mi respuesta voy a tratar de contrarrestar de manera individual cada argumento utilizado en el folleto para cuestionar la organización colectiva de las trabajadoras sexuales. En general, considero que las críticas al trabajo sexual no equivalen a una justificación para atacar la autoorganización de las trabajadoras sexuales, ya que las ideas sobre cual debería ser el orden ideal de las cosas no equivale a un rechazo de los intentos de hacer frente a la realidad actual.
El título del panfleto “La prostitución no es compatible con el anarquismo” insinúa una confusión entre una respuesta anarquista a las condiciones actuales y una visión de cómo será una sociedad anarquista, confusión que se vuelve más explícita cuando se lee el panfleto. Nuestra llamada a establecer un análisis anarquista del trabajo sexual, un modo anarquista de organizarse en torno a las cuestiones laborales de las trabajadoras sexuales, y sobre el apoyo de otros anarquistas cuando se organizen en torno a estos temas, no implica de ninguna manera que el trabajo sexual sea de alguna forma compatible con una sociedad anarco-comunista. Si bien la mayoría de los anarquistas considerarían la abolición de todo trabajo como un objetivo eventual, debemos luchar dentro del sistema actual para avanzar y mejorar nuestras condiciones laborales de tal manera que siente las bases para este cambio. Un análisis anarquista de los problemas en la industria del sexo y de qué problemas de nuestra sociedad se nutre no lo excluye de ninguna manera.
Las autoras del panfleto incluyeron una “falacia del hombre de paja” (consistente en caricaturizar los argumentos o la posición del oponente, tergiversando, exagerando o cambiando el significado de sus palabras del oponente para facilitar un ataque lingüístico o dialéctico, AyR) en el primer párrafo. Nos atribuyen la afirmación de que supuestamente es la elección de las trabajadoras sexuales de vender sexo lo que justifica nuestra preocupación por su seguridad laboral, su capacidad de ganar dinero y su persecución por parte del estado.
Sin embargo, la seguridad de las trabajadoras es importante en sí misma. Las trabajadoras sexuales no están en una mejor posición para elegir no trabajar que cualquier otra persona y muchos trabajadores, incluidas muchas trabajadoras del sexo, no han tenido elección sobre el trabajo que llevan a cabo para sobrevivir. Aunque hay algunas personas que pueden afirmar que las trabajadoras del sexo han elegido esta forma particular de trabajo, esto obviamente no se aplica a todas nosotras, e incluso aquellas que eligieron este trabajo sobre otros simplemente eligen qué forma va a tomar su explotación. Las autoras del panfleto afirman que el 90% de las personas que ejercen el trabajo sexual desean dejarlo, y citan una referencia que se refiere específicamente a un estudio de prostitutas callejeras de San Francisco en 1998 y que de ninguna manera es exhaustiva. Incluso si tuviéramos que aceptar esta estadística como generalmente aplicable, eso no cambiaría nada. Como alguien que solo ha trabajado en trabajos de la industria de servicios mal pagados e ingratos, estoy bastante segura de que cualquiera que pregunte a mis colegas si preferirían haber hecho otra cosa, obtendría un porcentaje similar. Sin embargo, la necesidad de los trabajadores de organizarse colectivamente para mejorar sus condiciones materiales es algo que los anarquistas deberían apoyar, independientemente de si el trabajo es el preferido o no. Los trabajadores que preferirían estar haciendo otro trabajo no por ello necesitan menos mejorar sus condiciones laborales.
Las autoras del panfleto contrastan los sindicatos de las trabajadoras sexuales con los “sindicatos de trabajadores (que) son necesarios para la producción (de bienes) esenciales”. Sin embargo, no es por el bien del trabajo, o por cualquier mercancía que estemos produciendo en un momento dado, que los trabajadores deben organizarse. Si nos estamos organizando para el beneficio del proceso de producción, entonces estamos perdiendo el rumbo. Nos organizamos para nosotros mismos. El trabajo que estamos destinados a realizar es relevante principalmente por razones tácticas: los trabajadores en huelga en las industrias “esenciales” usan esta cualidad en su beneficio, mientras que los patronos y gerentes intentan utilizarlo también en el suyo. Si la industria en la que trabajamos es esencial o de alguna manera beneficiosa para nosotros, eso no hace que nuestros intereses materiales como trabajadores sean menos importantes. El panfleto comienza criticando correctamente la noción liberal de libertad de elección cuando se trata del trabajo que el capitalismo nos obliga a hacer, aunque la misma noción está implícita en la expectativa de las autoras de que los trabajadores simplemente han de elegir trabajar en una industria esencial para poder merecerse nuestro apoyo en su lucha para mejorar sus condiciones laborales, un argumento frecuente que proponen los ideólogos neoliberales cuando los trabajadores poco remunerados o maltratados tratan de utilizar la acción colectiva para mejorar sus condiciones de trabajo.
Un argumento que utilizan las autoras es que el sexo está disponible libremente incluso bajo el capitalismo y que, por lo tanto, el acto de pagar por el sexo no se trata de sexo. La gente paga por muchas cosas que podrían encontrar gratis incluso dentro del capitalismo. Pagan por una serie de razones, por conveniencia, por ejemplo, o por tener la capacidad de ser más específicos sobre el producto que buscan. Si bien esto puede ser generalmente problemático, y en el caso de comprar sexo, podría decirse que es aún más problemático, esto no significa que no se trate de sexo, incluso si hay otros factores presentes. Las autoras también afirman que, dado que el sexo está disponible de forma gratuita, no es una mercancía. El sexo es una mercancía cuando se paga, y no es una mercancía cuando es gratis. Nada es inherentemente una mercancía. Más bien está mercantilizado. Por deprimente que sea, bajo el capitalismo no se escatima nada en la mercantilización. Pero lo inquietante que tiene el mercantilizar una determinada cosa depende de lo que esa cosa es y cómo nos relacionamos con ella, como sociedad y como individuos.
Las autoras critican a los anarquistas que fetichizan el intercambio de dinero por sexo. La idea de que hay algo liberador o empoderador sobre el trabajo sexual no se encuentra en un análisis de la naturaleza del trabajo y es posiblemente una reacción contra el estigma asociado con el trabajo sexual. Esto resulta en que la trabajadora sexual sea vista por algunas como una identidad subversiva. Como en la mayoría de los intentos de contrarrestar el estigma adoptando el comportamiento estigmatizado como identidad propia, al contrarrestar la vergüenza con el orgullo quedamos atrapados por las estructuras que nos oprimen. Los intentos de legitimar el activismo de las trabajadoras sexuales al insistir en que el trabajo sexual continuará existiendo en una sociedad posrevolucionaria ni promueven un resultado deseable ni uno que sea de ninguna manera un prerrequisito para el apoyo aquí y ahora. Sin embargo, las autoras que atacan estas ideas no pueden sostener sus conclusiones. Incluso en el caso de que el movimiento anarquista no estuviese infestado de políticas de identidad (‘Identity politics’ es un término de origen anglosajón referido al fomentar el empoderamiento y el orgullo de las diversas minorías marginadas social y culturalmente, AyR), podríamos rechazar la idea de que deberíamos avergonzarnos y seguiríamos esperando el apoyo de nuestros camaradas. La falsa dicotomía entre “el trabajo sexual es bueno y las trabajadoras sexuales deben ser apoyadas en su lucha” y “el trabajo sexual es malo y las trabajadoras sexuales no deben ser apoyadas en su lucha” ignora las necesidades materiales reales de las trabajadoras sexuales en sí mismas.
Los intentos de abolir el trabajo sexual antes que cualquier otro trabajo son tan ingenuos como la guerra contra las drogas, pero con el problema logístico adicional de que involucra un producto que cualquier persona puede producir en cualquier momento. Dado que la sociedad está organizada como está, con un gran grupo de trabajadores asalariados desposeídos, con pobreza y desempleo, y con la división de género de la humanidad y todo lo que esto conlleva, no sorprende que algunos trabajadores, en su mayoría mujeres, terminen vendiendo sus capacidad para realizar trabajo sexual. Si bien todo está infectado y distorsionado por el capitalismo, un análisis de cómo el sexo se ve afectado por esto no invalida la necesidad de que las trabajadoras sexuales luchen para mejorar sus condiciones. Deberíamos poder contar con el apoyo de nuestros camaradas en esto, ya que la solidaridad entre los trabajadores es una parte vital de la lucha contra el capitalismo.