Ante la crisis sanitaria y la deriva autoritaria del estado, por la Federación Anarquista Ibérica
Desde principios de año en Europa y en otras partes del mundo nos enfrentamos a una aguda crisis social a causa del virus de la COVID-19 y la afección que provoca, la denominada “enfermedad por coronavirus”, como es conocida comúnmente.
En España, esta crisis se ha agudizado a causa de tantos años de privatizaciones y del desmantelamiento de la sanidad pública y de otros servicios esenciales de la mano de los partidos políticos que han estado en el poder tanto en el Estado central como en los distintos gobiernos regionales, legislando en favor de los intereses empresariales. Esto ha traído graves consecuencias a raíz de la crisis social en la que estamos inmersos: la falta de personal y de recursos para hacer frente con éxito a la pandemia. En todo este proceso de desmantelamiento, existe una ideología neoliberal y, por tanto, clasista. Con el desmantelamiento de la sanidad pública se ha beneficiado a la sanidad privada, la que pone constantes pegas y reticencias a la hora de colaborar con recursos e infraestructuras en la gestión de la crisis. Desde algunos gobiernos como el de la Comunidad de Madrid se está llevando a cabo el cierre sistemático de diversos centros de atención primaria, dejando a miles de personas sin el acceso a la atención sanitaria más básica.
La falta de recursos y de dinero ha conseguido que prime una perspectiva clasista a la hora de administrar y hacer las pruebas pertinentes contra el virus. Así, mientras nos venden que tal o cual político o empresario tiene o no el virus, a los trabajadores se nos ha negado la posibilidad de conocer si estamos infectados o no. Hasta semanas después de la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno, en muchas empresas los trabajadores nos hemos encontrado con la falta de equipos de protección individual (EPI), hacinamientos en los centros de trabajo y falta de planes en las empresas para garantizar la seguridad y la salud. Esto por supuesto tiene consecuencias. Los trabajadores y nuestros allegados somos los más vulnerables a la hora de enfrentarnos al virus. Esta vulnerabilidad aumenta: sin duda cuanta mayor es la precariedad laboral, mayor es el riesgo de exclusión, y mayor es la falta de recursos a la hora de enfrentarnos a la crisis social. La seguridad y la salud nuestras y de nuestros allegados no ha estado garantizada en ningún momento.
A nivel social la falta de dispositivos sanitarios y de otro tipo de personal de emergencias ha llevado a la incapacidad del Estado de cubrir las necesidades de las personas. Esto ha supuesto el recorte drástico de derechos y libertades, y se ha agudizado más si cabe el autoritarismo por parte de la maquinaría coercitiva del Estado (ejército y policía) y el ejercicio de la represión y el miedo. A través de la “Ley mordaza” se han impuesto en 12 días el triple de sanciones administrativas que las que se han impuesto en Italia en un mes. En internet hay multitud de vídeos y testimonios que documentan abusos de poder. Incluso algunos sectores dentro de la policía han denunciado el “macarrismo” y el descontrol que existe en su institución. Además, desde diversos medios de comunicación se promueven y se normalizan los abusos de poder, el ejercicio de control social y el linchamiento vecinal en los barrios, siempre contra los colectivos más vulnerables. Esta normalización del autoritarismo y la coerción, los llamamientos de las instituciones a la unidad nacional, el lenguaje belicista, la exaltación nacionalista y la presencia y mediatización del ejército, tristemente nos acercan a ese oscuro pasado dictatorial reciente que parece que muchas personas se niegan a superar.
Esta crisis social solo la podemos superar tejiendo y practicando redes de solidaridad y apoyo mutuo en nuestro día a día. Es algo intrínseco al ser humano la necesidad de asociarnos tanto para apoyar a las personas que más lo necesitan, como para defender nuestros intereses como trabajadores. Es necesario apoyar a la población más vulnerable, superando por diversas vías el sentimiento de soledad e incertidumbre que conlleva el confinamiento en nuestras casas, el aislamiento y el miedo. Apoyando a nuestros vecinos que más nos necesitan y a nuestros compañeros de trabajo, tanto en aquellas circunstancias en las que estemos obligados a ir a trabajar, como fuera del ámbito laboral.
La organización entre iguales y la práctica de la solidaridad van a ser necesarias para combatir la crisis posterior que vendrá cuando se supere la pandemia. Solo organizados podremos resistir la ofensiva de la patronal para recortar derechos laborales con la excusa de paliar pérdidas económicas, y superar el miedo a los recortes de derechos y libertades por parte del Estado para seguir consolidando su hegemonía.
Por la anarquía.