Crímenes de guerra australianos en Afganistán, o cómo deshumanizar a los soldados
La Australian Defence Force Afghanistan Inquiry (investigación sobre las Fuerzas de Defensa de Australia en Afganistán) del Inspector General del ejército australiano, publicada a finales de 2020, sirve de barómetro de hasta qué nivel ha llegado el salvajismo que ha calado en los países imperialistas en su reinado interminable de terror contra el Sur global. El documento es el resultado de una investigación de cuatro años iniciada por el ejército en 2016 y dirigida por el General de División retirado Paul Brereton. El periodo analizado va de 2005 a 2016.
Con ayuda del informe se han confirmado 39 homicidios en 23 incidentes separados, y tras las declaraciones de 350 testigos han sido implicados en los crímenes 25 soldados, algunos de los cuales siguen prestando servicio en la Australian Defense Force (ADF, el ejército australiano). 36 casos en los que estuvieron involucrados 19 individuos han sido remitidos a la Policía Federal. El segundo escuadrón del Special Air Services Regiment (SASR, Regimiento de Servicios Aéreos Especiales) será disuelto y algunos soldados serán despojados de las medallas y condecoraciones que han recibido desde 2006.
LOS PROTOCOLOS DE LA BARBARIE
La investigación detalla varios protocolos de la barbarie seguidos por las fuerzas especiales de Australia en Afganistán. Se mencionan los ritos de iniciación de los soldados novatos encargados de llevar a cabo un ‘bautizo de sangre’, es decir, llevar a cabo su primer asesinato matando a tiros a un prisionero. "Esto se lleva a cabo una vez controlado el recinto militar del objetivo y se asegure que los nativos presentes son ‘personas bajo control’". A continuación se colocan sobre el cuerpo ‘pruebas de que hubo una lucha’, como transmisores o armas. Posteriormente se redacta una ‘historia de encubrimiento’ "con el fin de informar sobre las operaciones para desviar una investigación". También se enumeran los incidentes en los que los soldados "infligieron un dolor intenso" a los detenidos afganos y "les causaron lesiones", lo que indica el uso de torturas.
En 2015, la Dra. Samantha Crompvoets fue encargada por el alto mando militar de proporcionar una imagen de la situación de las operaciones de las FDA y que investigara las denuncias de crímenes de guerra. Según el informe de Brereton, Crompvoets "dijo que le dio la impresión de que hubo un ’gran número de asesinatos ilegales’ que habían sido 'sometidos a ingeniería inversa'", es decir, los afganos eran primero asesinados y posteriormente colocados en la Joint Prioritized Effects List (JPEL, Lista conjunta de efectivos prioritarios). La JPEL era una de personas que iban a ser asesinadas o capturadas porque supuestamente eran combatientes y/o funcionarios de alto nivel de los talibanes o de Al-Qaeda.
En un caso, Crompvoets indica que soldados del SASR iban conduciendo por una carretera y vieron a dos niños de 14 años. Los soldados rápidamente llegaron a la conclusión de que habían encontrado simpatizantes talibanes. Los niños fueron detenidos y capturados. Les degollaron. Introdujeron sus cuerpos en bolsas para cadáveres y las arrojaron a un río. Tales sucesos no fueron infrecuentes; los soldados de las fuerzas especiales cometían este tipo de asesinatos no autorizados como un medio de "darse a conocer". Por ejemplo, en 2012, un anciano afgano, Haji Sadr, fue golpeado hasta la muerte por un soldado del SAS durante una incursión en su pueblo, Sarkhoum.
Además de la investigación oficial, otras fuentes también han revelado la abominable sed de sangre de las fuerzas especiales australianas en Afganistán (la más importante de todas, que el autor del artículo no nombra, fue la de la cadena de televisión australiana ABC, que dio lugar a un registro de su sede y a que el gobierno llevase a juicio a tres periodistas responsables de la investigación The Afghan Filis, que de facto cuestiona las conclusiones de la investigación oficial al denunciar la complicidad de todo el aparato militar en ocultar los crímenes, AyR). Una imagen publicada por The Guardian el 1 de diciembre de 2020 mostraba a un soldado de las fuerzas especiales australianas usando la pierna ortopédica de un afgano muerto para beber cerveza. Según The Guardian, la foto fue tomada en el "Fat Lady’s Arms", un bar inoficial establecido por las fuerzas especiales australianas en su base de Tarin Kowt, la capital de la provincia de Uruzgan. En otra foto, la pierna ortopédica está atada a la mochila de un soldado y, en una tercera, dos soldados posan con ella. Según los informes, la pierna ortopédica le fue quitada a un "presunto combatiente talibán" después de haberle asesinado durante un asalto del Special Air Service Regiment en Uruzgan en abril de 2009.
LA NARRATIVA IMPERIALISTA
Siguiendo su típica docilidad, los medios de comunicación corporativos liberales se han aferrado firmemente al punto de vista imperialista de la clase dominante, convirtiendo el algo normal los atroces crímenes de guerra, como una anomalía en una historia por lo demás honorable sobre el correcto comportamiento de las tropas australianas en la ocupación ilegal de un país de Asia Central. Todos estos estos atropellos son parte de un crimen de guerra mucho mayor: la invasión y ocupación de Afganistán desde 2001. La guerra ha llenado con una violencia sin fin y una tristeza insufrible las vidas de los ciudadanos ordinarios de Afganistán. Tras casi 20 años de operaciones militares imperialistas, las matanzas continúan. Un informe de la ONU ha contado 3.458 víctimas civiles en la primera mitad de 2020, la mayoría de ellas causadas por las tropas de la coalición.
Es posible afirmar, como hace el informe, que las atrocidades de las fuerzas especiales australianas fueron simplemente obra de un "pequeño número de comandantes de patrulla y sus protegidos" o de una "cultura guerrera" totalmente desconocida en el escalafón militar a partir del nivel de cabos y sargentos. Según admite el propio informe, esta "cultura" comenzó durante el entrenamiento y el adoctrinamiento militar en Australia, y no en Afganistán. "Fue en las unidades y subunidades matriz donde se originó esa cultura y las actitudes que permitieron que surgiera esa mala conducta", dice el informe. Jack Barry, ex fusilero del ejército australiano, dice que durante los ejercicios de entrenamiento en su propio país, "un suboficial superior me dijo que no me molestara en tomar prisioneros o en curar a los enemigos heridos, y que sólo debíamos ’convertirlos en una muesca’ (término coloquial que quiere decir pegarles un tiro)".
LA DERIVA HACIA EL SALVAJISMO
En su Discourse on Colonialism (Discurso sobre el colonialismo), Aimé Césaire escribió:
“La colonización tiene el efecto de deshumanizar al colonizador, embrutecerlo en el verdadero sentido de la palabra, para degradarle, despertar en él instintos enterrados, hacerle codicioso, violento, sembrar en el el odio racial y el relativismo moral... cada vez que se corta una cabeza o se saca un ojo en Vietnam y eso se acepta en Francia, cada vez que una niña es violada y eso se acepta en Francia, cada vez que un habitante de Madagascar es torturado y eso se acepta en Francia, la civilización asume otro peso muerto, se produce una regresión universal, se inicia una gangrena, se empieza a extender un centro de infección; y al final todos esos tratados que han sido violados, todas esas mentiras que se han difundido, todas esas expediciones punitivas que han sido toleradas, todos esos prisioneros que han sido atados e "interrogados", todos esos patriotas que han sido torturados, al final de todo el orgullo racista que se ha alentado, toda la chulería que se ha mostrado, son un veneno ha sido inculcado en las venas de Europa y, lenta pero seguramente, el continente avanza hacia el salvajismo.”
El descubrimiento de las atrocidades cometidas por Australia en Afganistán es un indicador de hasta que punto son alarmantemente altas la brutalidad y la deshumanización producidas por la globalización neocolonial y el imperialismo. Prácticas tan deshumanizadoras como el ‘bautizo de sangre’ sólo pueden ser cometidas por aquellos cuya bajeza ética se ha visto inundada por el deseo necropolítico de infligir pura violencia a los cuerpos racializados de los nativos -considerados de menor valor que los animales. Si no detenemos el belicismo imperialista, la bancarrota moral de los países del Norte global pronto sufrirá una implosión, abriendo las compuertas de la bestialidad y la xenofobia profundamente arraigadas.