Roberto Conesa, el policía franquista experto en infiltraciones entrenado por la CIA
16 de enero de 2020 / 17 de enero de 2020 / 18 de enero de 2020
1- EL EXPERTO EN INFILTRACIONES DE LA BRIGADA POLÍTICO SOCIAL
Las 865 páginas del expediente, al que ha tenido acceso eldiario.es, desvelan la frenética actividad represiva en la posguerra del joven Conesa que se llevó por delante a las '13 rosas', entre muchos otros antifranquistas - Roberto Conesa, falangista y agente de la Brigada Político Social, se infiltró en innumerables organizaciones de la oposición al franquismo en Madrid, Zaragoza, Lleida o Toulouse (Francia) - "Para el mejor conocimiento de los manejos de los enemigos del régimen, y con riesgo evidente de su vida, se infiltra en sus propias filas", afirma el jefe superior de Policía de Madrid en una carta de 1952
El policía de la Brigada Político Social Roberto Conesa Escudero (Madrid, 15 de mayo de 1917-26 de enero de 1994) fue uno de los más sombríos represores de la dictadura franquista reciclado después en las cloacas de la lucha antiterrorista. Tan conocido (y temido) fue entre las filas de la oposición democrática al franquismo que incluso se asoma como personaje literario en la novela Veinte años y un día (Tusquets, 2011) del escritor Jorge Semprún, quien, tras años de actividad clandestina en España, describe al comisario Roberto Sabuesa y "su crispada sonrisa de desprecio —¿o de odio? ¿o de miedo?— en el despacho de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol".
Un cuarto de siglo después de su muerte, el expediente de Conesa, custodiado en el Archivo General del Ministerio del Interior y al que ha tenido acceso eldiario.es, sale a la luz pública. "A los policías no nos conviene en absoluto la notoriedad", le dijo el comisario a Pilar Urbano en una loa del personaje que publicó la periodista en ABC. "Él sabrá de cuánto delincuente atrapado y de cuánto crimen descubierto en su hoja de servicios", añadía lisonjera. Las 865 páginas que conforman su hoja de servicios oficial muestran una realidad bien distinta del panegírico firmado por Pilar Urbano.
Durante la Guerra Civil, siendo mozo de un ultramarinos de la calle del General Lacy número 15, en Madrid, estuvo a las órdenes de la Falange. Exactamente igual que muchos otros destacados agentes de la represión franquista, como el comisario Antonio Cano González (futuro jefe de la BPS en València), Conesa participa en la quinta columna a las órdenes de Falange y del espionaje franquista. "Dada mi significación falangista, me dediqué a la organización de la Falange clandestina y, en particular, de la 2ª y de la 44ª Bandera", dice Conesa en una declaración jurada que consta en su expediente.
El ultramarinos donde trabajaba fue requisado y el joven, según su relato posterior, fue obligado en 1937 a pertenecer a la CNT, de la que fue expulsado. Conesa fue detenido en dos ocasiones, asegura, por facilitar comida del establecimiento en que trabajaba a "embajadas y personas perseguidas". En junio de aquel año pasó a las oficinas del Parque de Intendencia de Madrid. "En las que presté mis servicios hasta que conseguí ser declarado inútil total", señala.
Tras la caída de Madrid y el final de la contienda, Roberto Conesa ingresa con 22 años de edad como agente provisional en la Brigada Político Social el 25 de agosto de 1939 en la comisaría del distrito de Palacio de Madrid. El joven falangista iniciaba así una larga carrera en la policía política del régimen, denunciada en incontables ocasiones por salvajes torturas y maltratos, hasta su jubilación en 1979.
El periodista y escritor Gregorio Morán sostiene en una serie de reportajes que publicó en Diario 16 en plena transición que Conesa ya era durante la guerra una suerte de infiltrado. "Numerosos militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) le recuerdan entrando como un militante más en la sede", escribe Morán en la primera entrega de la serie sobre el policía, su primer trabajo periodístico fuera de la clandestinidad por el que fue detenido. El jefe superior de Policía de Madrid confirma en una carta enviada al director general de Seguridad que Conesa, "para el mejor conocimiento de los manejos de los enemigos del régimen, y con riesgo evidente de su vida, se infiltra en sus propias filas".
El primer trabajo de Conesa fue infiltrarse en el Socorro Rojo en la inmediata posguerra. Aquella operación acabó con 13 militantes de la JSU menores de edad —las trece rosas—, fusiladas contra las tapias del cementerio del Este de Madrid. El testimonio de la militante comunista Lolita Márquez, conservado en el archivo del PCE, confirma que Conesa estuvo detrás de la detención de las muchachas. La mujer, que fue engañada por el joven policía, se lo encontraría de nuevo en la Dirección General de Seguridad cuando la detuvieron por segunda vez en 1943.
El 4 de diciembre de 1939, Conesa recibe una felicitación del ministro de la Gobernación, Ramón Serrano Súñer, por las "medidas preventivas y de mantenimiento del orden público" durante el traslado de los restos del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, desde Alicante hasta San Lorenzo del Escorial.
La frenética actividad del policía en los años de posguerra tuvo en su punto de mira al Partido Comunista, al PSOE y a la UGT, a la CNT, a la JSU y a la FUE, entre otros sectores de la deshecha oposición republicana al régimen del general Francisco Franco. El PCE, perseguido "una y cien veces", consideraba a Conesa como "su más implacable enemigo, como lo prueba el odio (...) en su órgano de difusión Mundo Obrero, en el que raramente se le deja de amenazar", escribe el jefe superior de Policía. La "extensa e intensa labor profesional" de Conesa tiene indicadores precisos de su eficacia: se incautó de "11 imprentas clandestinas, más de 30 multicopistas e infinidad de máquinas de escribir, dos emisoras, armas, explosivos, propaganda, etc.".
El joven agente de la Brigada Político Social, con número de placa 2486, también se infiltró durante aquellos aciagos años en el PCE en Madrid y en la JSU de Catalunya (en 1939), en el Comité Provincial del PCE en Zaragoza y en el de Lleida (en 1943), según detalla su expediente. En 1942, tuvo un papel relevante en la detención de diez guerrilleros antifranquistas tras haberse infiltrado en Toulouse (Francia), iniciando así una constante actividad policial fuera de las fronteras españolas que se alargaría durante toda su carrera (en 1950, por ejemplo, se trasladará a Portugal). Los hombres de la Brigada Político Social, con la colaboración de la Gestapo nazi que campaba a sus anchas por España durante la posguerra, consiguieron abortar sistemáticamente los intentos de reconstrucción de la oposición clandestina al régimen.
Su ascensión en la policía del régimen le permitió emparentar con una de las familias más acaudaladas de su barrio. Roberto Conesa, conocido como El Orejas entre los chavales con los que se crió, se casó el 17 de abril de 1942 con Francisca Larrad Torrecilla, hija de los propietarios del establecimiento donde trabajó durante la guerra, y el matrimonio se instaló en un ático de la calle de Narváez número 48 de Madrid. La obra sindical de la Falange, de la que era entusiasta militante, le adjudicó el local nº1 de la Colonia Virgen del Pilar en la avenida de América para instalar un "despacho de aceites".
A excepción de algún problema de estómago por el que tuvo que ser operado, el antiguo mozo de ultramarinos había prosperado en la vida especializándose con éxito en las tareas represivas de la policía franquista, con un sueldo, una casa y una familia acaudalada. Sólo hubo un tropiezo grave. El 18 de enero de 1946 la carrera de Conesa en la policía franquista a punto estuvo de irse al garete en una escena digna de una película de cine negro. Acusado por un superior de "haber infligido malos tratos a un detenido", Conesa fue amonestado con un traslado forzoso a Maó, en la isla de Menorca, que finalmente nunca llegaría a producirse.
El policía, en estado de "inconsciencia y ofuscación" producido por una "fuerte excitación nerviosa", según consta en su declaración por estos hechos en el expediente disciplinario, dejó placa y pistola en la mesa del secretario de su superior y se fue "sin dar ninguna explicación de su proceder". Un médico tuvo que atenderlo en su casa y el policía explicó luego que pensaba que lo iban a echar de la Policía. El traslado forzoso nunca llegó a producirse aunque Conesa fue suspendido de empleo y sueldo y amonestado con la pérdida de 30 puestos en el escalafón, una decisión contra la que el policía dará la batalla durante años.
En 1947 se convierte en "el hombre de confianza del dirigente máximo del Partido [Comunista] en España", afirma el jefe superior de Policía de Madrid. Aquel año, Roberto Conesa será "uno de los hombres clave para la desarticulación del PC en el interior", escribe Morán en otra entrega de su investigación (cuyos datos el expediente que ahora sale a la luz confirma casi punto por punto). Aquel año recibe dos felicitaciones públicas y sendos premios en metálico.
En aquel ambiente de la posguerra española, podrido de hambre y estraperlo, Conesa tuvo algún encontronazo por indecorosas actuaciones, como un vecino suyo dueño de un establecimiento de mercería que en 1948 lo acusó de haber hecho una "pirula" en una turbia operación contra el contrabando. Años más tarde —en 1952— la Junta Administrativa de Contrabando y Defraudación de San Sebastián acusó a Conesa y a otros tres funcionarios de la policía por detener a un vecino de Irún y confiscarle una "bicicleta con motor" sin que existiera delito alguno.
Ninguno de los tropiezos que protagonizó el agente le impidieron seguir prosperando en su turbia y ascendente carrera. El joven Conesa recibe durante la posguerra una veintena de felicitaciones y premios en metálico por sus tareas represivas en la Brigada Político Social. Su "recia personalidad" y su "insuperable identificación con los postulados" de la dictadura franquista, según los elogios que recibe de sus jefes, lo convierten en un conocidísimo policía entre los jerarcas del régimen y los opositores de todo signo político. Su carrera no había hecho más que empezar.
2- LA CIA FORMÓ A LA BRIGADA POLÍTICO SOCIAL: ENTRENÓ DOS MESES A CONESA EN SABOTAJE Y ANTICOMUNISMO EN WASHINGTON
El policía estuvo un año de excedencia en la República Dominicana y a su vuelta a España se especializó en los grupos a la izquierda del PCE - El Sha de Irán concedió a Conesa la medalla de oro de la orden de Hamayoun y su segunda esposa fue condecorada con una cruz al mérito policial - Roberto Conesa, siendo ya comisario, asciende en 1974 a jefe de la Brigada Central de la Comisaría General de Investigación Social
El policía Roberto Conesa Escudero, con número de placa 2486 y nuevo domicilio en la calle Comandante Fortea de Madrid, era en la década de 1950 uno de los agentes más activos de la Brigada Político Social tras haber acumulado una veintena de felicitaciones y premios en metálico por sus actividades de infiltración en la oposición democrática al régimen de Franco.
El escritor y exministro de Cultura Jorge Semprún fue durante aquellos años un activista clandestino del PCE enviado desde Francia, una experiencia llevada al cine por Alain Resnais en 1966 con La guerre est finie. Semprún, que nunca cayó en manos de Conesa y sus hombres de la Brigada Político Social (sí lo hicieron, entre otros muchos, dirigentes comunistas como Simón Sánchez Montero) aventura una explicación sobre el tétrico trabajo de la policía política: "La policía franquista, la policía de Conesa, era una mierda, digámoslo claramente", escribe en Autobiografía de Federico Sánchez (Planeta, 1977). Para Semprún, la Brigada Político Social —"capaz únicamente de trabajar a base de confidentes y palizas"— sólo "era eficaz en el control de los viejos militantes con antecedentes, todos ellos salidos de las cárceles".
La larga lista de felicitaciones y premios de aquella década que figura en el expediente de Conesa se vio empañada por un sonado fracaso del policía con ocasión de las detenciones en diciembre de 1957 y enero de 1958 de un grupo de jóvenes que había viajado al Congreso de la Juventud de Moscú. Algunos de los estudiantes, como Javier Pradera, eran descendientes de familias del régimen y, a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra, fueron absueltos.
"Conesa, como imagen genérica, multiforme, personificación de la Brigada Social, vaga confusamente, al acecho, por la geografía de Madrid", escribe Semprún quien también narra en Federico Sánchez se despide de ustedes (Tusquets, 1993) un encuentro siendo ya ministro de Cultura con varios antiguos policías de la BPS, entre ellos el comisario Manuel Ballesteros, "renombrado especialista en información bajo todos los regímenes".
Una carta del histórico jefe de la BPS Saturnino Yagüe exalta la labor de Conesa, "llevada con gran sacrificio personal, que se desarrollaba por su iniciativa propia, dirigiéndola y llevándola a cabo, incluso con la instrucción de las correspondientes diligencias de cada servicio". Tanta era la frenética actividad del policía que "su labor excedía a la de Jefe de Grupo", asegura Yagüe en una carta sobre Conesa, quien tras el tropiezo de las detenciones de Pradera y sus compañeros, saltó al otro lado del charco y dio un volantazo a su carrera.
El expediente de Conesa, al que ha tenido acceso eldiario.es, confirma que la Brigada Político Social, en la órbita de la la Gestapo nazi durante la posguerra, también fue adiestrada por el espionaje norteamericano tras los pactos en materia militar, económica y de seguridad firmados en 1953 entre los Estados Unidos y el régimen del general Francisco Franco.
El 5 de diciembre de 1957, el jefe de la Brigada Político Social, Vicente Reguengo, y un alto cargo de la Dirección General de Seguridad, viajan a Estados Unidos, invitados por la CIA, para recibir orientación sobre los "métodos, material y técnicas de investigación policial que allí se emplean", según consta en el expediente de Reguengo custodiado en el Archivo del Ministerio del Interior en Madrid y consultado por este diario. La visita, aprobada por el ministro Camilo Alonso Vega, fue una invitación del Gobierno de los Estados Unidos, presidido en aquel entonces por el republicano Dwright D. Eisenhower.
El policía Roberto Conesa realizó, según consta en su expediente oficial, un "curso de capacitación" de la CIA al año siguiente de la visita de su jefe a los Estados Unidos. El viaje a Washington, catalogado como misión de asistencia técnica en el extranjero, duró dos meses en los que Conesa fue adiestrado por la CIA en "sabotaje y anticomunismo", según dos documentos oficiales distintos firmados por el policía y que constan en su expediente.
El comisario de la Brigada Político Social de Barcelona Juan Creix también viajó a los EEUU para recibir cursos de especialización policial sobre anticomunismo por parte del FBI, desde el 13 de enero de 1958 hasta mediados de marzo, según cuenta el periodista Antoni Batista en La carta, historia de un comisario franquista (Debate, 2010). Los servicios secretos norteamericanos formaron aquel año a varios destacados jefes de la Brigada Político Social, quienes combatían ferozmente a un mismo enemigo común: la izquierda comunista en el sur de Europa.
Conesa recibió cuatro años antes de su viaje a Washington la medalla de oro de la orden de Hamayoun que otorgaba el Sha de Irán, por aquel entonces otro aliado anticomunista. Tras su formación con la CIA, en 1959 al policía le conceden tres meses de licencia sin sueldo y más tarde una excedencia "para atender unos intereses particulares y familiares" y obtiene permiso para "resolver asuntos propios en San Juan de Puerto Rico (Estados Unidos)", según figura en la documentación de su expediente. "El viaje deberá efectuarlo como particular", apunta un responsable de la Dirección General de Seguridad.
El año en que triunfó la revolución cubana a pocos kilómetros de la frontera estadounidense, Conesa volcó su experiencia en la Brigada Político Social y la formación que le brindó la CIA en la "policía del dictador dominicano Leónidas Trujillo", asegura el periodista Gregorio Morán en una de las entregas de su reportaje en Diario 16. Morán alude al ex espía franquista Luis M. González Mata, quien sustituyó a Conesa en la República Dominicana y autor de Cisne, yo fui espía de Franco (Argos, 1977), en el que aborda esta etapa. En 1960, "habiendo desaparecido las causas que motivaron" la excedencia, Conesa vuelve al Servicio de Información de la Policía aunque pierde 1.221 puntos en el escalafón (una decisión contra la que Conesa batallará en el Tribunal Supremo durante años).
La década de 1960 será para Conesa una época de intensa actividad en Europa (fundamentalmente en Ginebra y Bruselas) y la persecución del PCE perderá algo de peso en su currículum frente a ETA y a las nacientes organizaciones de la izquierda radical escindidas del Partido Comunista. En 1963, el ministro de Marina Pedro Nieto Antúnez, cercano a Franco y a Carrero Blanco, le concede la Cruz al Mérito Naval de segunda clase por "los excelentes servicios prestados a la Marina Mercante". Dos años después, siendo inspector de primera clase, Conesa recibe sendos premios por detener a miembros de la organización Fuerzas Armadas de la III República y del PCE, unos meses después.
En 1966 detiene a varios miembros del PC m-l ("facción pro China") e inicia así su especialidad en los grupos a la izquierda del PCE que centrará su actividad hasta su jubilación. Dos años después obtuvo tres felicitaciones y premios en metálico por operaciones contra ETA, otra de sus especialidades, y en 1969 fue designado docente de la Escuela de Policía.
Roberto Conesa obtuvo, en 1967, la cruz al mérito policial con distintivo rojo. En aquella época a su sueldo base de 28.800 pesetas se añadían medallas y complementos, alguno por "especialidad y mayor riesgo", que aumentaban su nómina hasta las 105.740 pesetas (en 1971, una vez resuelto el contencioso en el TS por el escalafón, llegó a cobrar 246.456 pesetas). Viudo de su primera esposa, Conesa se casará con María del Carmen Ferrero Gil (quien recibió una cruz al mérito policial con distintivo blanco en 1974, según el Boletín Oficial del Estado).
En 1968 pasa de la Sección de Coordinación Operativa y de Enlace a depender directamente de la secretaría del director general de Seguridad hasta que en 1973, siendo ya comisario de segunda clase, Conesa es nombrado jefe de la Brigada de Vigilancias Técnicas del Servicio de Asuntos Especiales de la DGS.
El comisario Roberto Conesa protagoniza a principios de la década de 1970 innumerables operaciones contra el FRAP y contra ETA, entre otros grupos de la izquierda radical. En 1974, la DGS lo designa como representante ante el Instituto Español de Estudios Estratégicos del Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN) y el 18 de abril de aquel año llega jefe de la Brigada Central de la Comisaría General de Investigación Social.
El comisario Conesa cuenta, según sus superiores, con "cualidades y condiciones adecuadas" para el puesto. Desde su ingreso en la policía franquista, en la inmediata posguerra, el policía ha cultivado el arte de la infiltración, se ha formado con la CIA y tiene en nómina a numerosos confidentes, con los que protagonizará algunos de los episodios más sonados y oscuros de la transición.
3- EL TURBIO PAPEL DEL COMISARIO CONESA EN LA TRANSICIÓN: EL MAESTRO DE BILLY EL NIÑO Y DE VILLAREJO EN LA CLOACA POLICIAL
El comisario Roberto Conesa y el inspector Antonio González Pacheco se vieron implicados en algunos de los asuntos más oscuros de la Transición - "Le doy mi palabra de honor de veterano policía de que no se ha tratado mal a ninguno de los detenidos", le dijo Conesa a la periodista Pilar Urbano - Manuel Fraga puso a Conesa de jefe superior de Policía en València antes de que el 'súperagente' resolviera el secuestro de Oriol y Villaescusa a manos de los GRAPO
Los policías José Manuel Villarejo y Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, trabajaron a las órdenes del comisario Roberto Conesa.
El comisario Roberto Conesa –especialista de la Brigada Político Social en infiltraciones, entrenado por la CIA y jefe de la Brigada Central de la Comisaría General de Investigación Social en 1974– continuó engordando en las postrimerías del franquismo la lista de premios en metálico y felicitaciones por las operaciones cíclicas contra los grupos de la izquierda radical antifranquista. El policía, además, detuvo en 1973 a los presuntos responsables del secuestro de Felipe Huarte, el primer empresario secuestrado por ETA, y un año después recibió una felicitación y un premio en metálico de 25.000 pesetas por impedir el secuestro del conde de Barcelona en Mónaco.
Tras el atentado de ETA del 13 de septiembre de 1974 contra la cafetería Rolando de Madrid, situada a tiro de piedra de la DGS, Conesa es recompensado con 50.000 pesetas por las detenciones de los supuestos autores. Tanto en su expediente como en la rueda de prensa posterior a las detenciones, el comisario atribuyó falsamente al PCE una vinculación con el atentado que en realidad nunca existió.
A sus órdenes trabajaba por aquel entonces un desconocido policía llamado José Manuel Villarejo Pérez, aprendiz de las cloacas de las que, andando el tiempo, llegará a ser su máximo exponente. En 1975, la Dirección General de Seguridad propone conceder una cruz al mérito policial a Villarejo y la misma cruz con distintivo rojo al comisario Conesa. Aquel mismo año, en agosto, Villarejo participa en Madrid, a las órdenes de Conesa, en una operación contra el FRAP, "logrando la detención de la totalidad de los dirigentes", y por la que cobró 25.000 pesetas de premio en metálico.
Otro policía de inquietante fama a sus órdenes es El Pelos ("que es como le llamo por su pelambrera a lo moderno", explicó en una entrevista en ABC). Los detenidos de la oposición antifranquista lo apodaban Billy el Niño y su legendario historial de maltratos y torturas lo persigue hasta hoy. El inspector Antonio González Pacheco, de infausto recuerdo para sus numerosas víctimas, fue el alumno aventajado de Conesa. Su negro currículum lo resumió emocionado en el Congreso de los Diputados el actual vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, con algunos de los abundantes testimonios de las salvajes torturas de la Brigada Político Social.
El historial de Billy el Niño, publicado por eldiario.es, va en paralelo al de su maestro Roberto Conesa, del que era discípulo y amigo. En una operación contra el FRAP en julio de 1975, Conesa es recompensado con 30.000 pesetas y su discípulo El Pelos, con 20.000. El 30 de septiembre de 1975, tres días después de los últimos fusilamientos del franquismo de cinco militantes del FRAP y de ETA, el comisario es agraciado por la Presidencia del Gobierno con la Orden Imperial del Yugo y las Flechas.
Tras la muerte de Franco, a Conesa lo alejan de Madrid. El 22 de junio de 1976, el ministro de Gobernación Manuel Fraga lo nombra jefe superior de Policía en València, donde sustituye al comisario José de Oleza, otro histórico de la Brigada Político Social. En la capital del Turia fue el máximo jefe de la Policía valenciana hasta que el 30 de enero de 1977, el ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, lo llama desde Madrid para situarlo al frente de la investigación del secuestro de Antonio María de Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado, y del teniente general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar.
Lo primero que hizo cuando llegó a la capital fue reunirse con Billy el Niño y reagrupar a "sus niños" especializados en los GRAPO, un turbio grupúsculo infiltrado por Conesa y sus hombres.
"En general son los partidos minoritarios, y no los de masas, los que recurren a la violencia; y precisamente por ser partidos pequeños cuesta más trabajo infiltrarse en ellos", explicó Conesa tras la liberación de Oriol y Villaescusa. Aquella legendaria operación le valió al comisario una recompensa de 200.000 pesetas, según su expediente, y el blanqueamiento mediático del personaje (con algunas excepciones: los reportajes del periodista Gregorio Morán en Diario 16, disponibles actualmente en el Archivo Linz, detallan el currículum del súperagente).
La periodista Pilar Urbano publicó una serie de reportajes en ABC sobre la actuación de Conesa en la resolución del secuestro a manos de los GRAPO que dan cuenta del blanqueamiento del histórico represor: "No es un hombre endurecido ni hosco, ni frío, ni muchísimo menos despiadado", escribió.
"Mire, Pilar", dijo Conesa en una comida con la periodista a la que no faltó la esposa del comisario, "no he dejado de asistir ni a un solo interrogatorio (...), ¡lo juro por mi alma que no he seguido más técnica que la del diálogo! (...) Le doy mi palabra de honor de veterano policía que no se ha tratado mal a ninguno de los detenidos", sostiene Conesa ante la periodista, quien pregunta embelesada: "¿Cómo funciona su cerebro, Conesa?".
El 2 de junio de 1977, el ministro de la Gobernación Rodolfo Martín Villa nombra al policía comisario general de Información, uno de los puestos clave, desde el que pilotará todo tipo de oscuras tramas relacionadas con la guerra sucia. El comisario tendrá así "plena dedicación habitual al servicio, sin límite de horario".
El expediente de Conesa incluye las numerosas citaciones de la Audiencia Nacional (antiguo Tribunal de Orden Público, el organismo represivo por excelencia del franquismo) tanto a Conesa como a Billy el Niño por sumarios como el del secuestro de Oriol y Villaescusa o el asesinato de los abogados de Atocha.
González Pacheco compareció (tras varias citaciones) en este último juicio pero en casi todos los grandes procesos de la Transición Conesa y su alumno se escaquearon hábilmente de declarar ante el juez escudándose en "viajes al extranjero" y "servicios de represión del terrorismo". Cada vez que lo citaban en la Audiencia Nacional, daba la casualidad de que El Pelos estaba "en el extranjero en servicios de interés público relacionados con la seguridad ciudadana".
En el expediente de Conesa consta una interpelación del grupo socialista en el Congreso al Gobierno por el "hábito" de ambos funcionarios de no comparecer ante la justicia. Tampoco comparecerán en varios juicios por torturas (como, entre otros, el de los malos tratos denunciados por Pablo Mayoral, militante del FRAP y actual presidente de La Comuna de Presos del Franquismo).
Hoy, Billy el Niño –ya jubilado tras una larga etapa en la empresa privada– tiene un apartamento en Benicàssim, según descubrió el programa 360 grados de ETB. El ex agente de la Brigada Político Social conoció bien la costa castellonense cuando estaba a las órdenes de Conesa, al que acompañaba a reuniones con el mercenario y sicario de los GAL Jean Pierre Chérid, según el testimonio de su viuda en el libro Chérid, un sicario en las cloacas del Estado, de la periodista Ana María Pascual. La mujer contó que los comisarios Roberto Conesa y Manuel Ballesteros, junto con Billy el Niño, frecuentaban la terraza del restaurante del aeroclub que regentaban los hermanos Gilbert y Clément Perret.
Teresa Rilo, la viuda de Chérid, conoció a aquellos dos "tipos cordiales, atentos y educados" pese a las "divertidas advertencias" de su marido sicario: "Estos han sido gángsters, como los de las películas", le decía. La familia, marselleses del milieu criminal parisino de los años 60, llegó a la costa valenciana huyendo literalmente a tiros de una guerra de bandas en la capital francesa. A los hermanos Perret siempre se les ha vinculado a la guerra sucia (y, singularmente, al atentado contra el Bar Hendayais). En 1985, en aquel mismo restaurante del aeroclub de Castellón, ETA asesinó a Clément Perret.
En el restaurante, entre "parrilladas de carne y de verdura", coincidían estos inquietantes personajes con el comisario Conesa, "un tipo siniestro, de aspecto enfermizo", al que siempre acompañaba Billy el Niño, "su mano derecha". "Formaban un dúo curioso: el maestro y el pupilo; el hombre serio, de pocas palabras, y su vehemente alumno", dice Teresa Rilo. En el juicio por el atentado del Bar Hendayais, por el que fue condenado y finalmente absuelto por el Tribunal Supremo el comisario Manuel Ballesteros, se descubrió que Billy el Niño era quien pagaba medio millón de pesetas mensuales a los supuestos confidentes que presuntamente cometieron el crimen, tal como publicó El País.
Maestro y pupilo, según el testimonio presencial de la viuda de Chérid, frecuentaban también la pizzería L'Appuntamento, uno de los epicentros de las tramas negras neofascistas durante la Transición. Por allí coincidían con terroristas italianos como Stefano Delle Chiae o Carlo Cicuttini, el cuarto pistolero del atentado contra los abogados laboralistas de Atocha, entre muchos otros personajes poco recomendables.
Otro de los sonados casos en los que se vio implicado Conesa fue el intento de asesinato, el 5 de abril de 1978 en Argel, del líder del Movimiento por la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), Antonio Cubillo. En la bautizada Operación Mallorca, que dejó gravemente herido y en silla de ruedas a Cubillo, "Roberto Conesa, que por aquel entonces se hallaba al frente de la Comisaría General de Información, se encargó de llevar a la práctica toda la parte operativa", afirma la historiadora Sophie Baby en El mito de la transición pacífica (Akal, 2018).
José Luis Espinosa Pardo, uno de esos oscuros personajes del tardofranquismo y de la Transición poco conocidos, fue un histórico infiltrado de Conesa en el FRAP (participó en su fundación) y en los GRAPO, entre muchos otros partidos, según los datos que aporta el periodista Federico Utrera en Canarias, secreto de Estado (Mateos López Editores, 1996). Espinosa, fallecido en 2016 y cuyo papel fue clave en la detención del comité central de los GRAPO en Benidorm el 9 de octubre de 1977, fue condenado a 20 años de cárcel por la Audiencia Nacional (salió en libertad en 1996).
Tras infiltrarse entre los independentistas canarios e incluso proporcionarles explosivos para cometer atentados en Madrid, Espinosa "hizo de puente entre el GRAPO y el MPAIAC", sostiene el historiador Xavier Casals en La transición española, el voto ignorado de las armas (Pasado y Presente, 2016). Casals opina que "es difícil contestar a la pregunta de quién fue el responsable último del atentado contra Cubillo y la autonomía que tuvo Conesa al ordenarlo". El valioso testimonio del infiltrado José Luis Espinosa aparece en el documental Cubillo, historia de un crimen de Estado.
La sentencia por el intento de asesinato de Cubillo alude a los "hombres de atrás" que impulsaron el atentado desde el "aparato policial" (en 1987, Espinosa y Conesa protagonizaron un careo judicial en el que se tutearon). "Ha resultado acreditada la intervención, junto a Espinosa, de otro u otros 'hombres de atrás' pertenecientes al aparato policial español de aquella época y que fueron también quienes tomaron la decisión delictiva", reza la sentencia. En 1992, el Tribunal Supremo confirmó el fallo y solicitó la apertura de una nueva instrucción para identificar a los policías implicados.
Tras su jubilación en 1979 (año en que sufrió un infarto), Conesa desapareció del mapa. Existen versiones contradictorias sobre sus actividades después de 40 años en la Policía (algunos sostienen que se trasladó a vivir a Canarias y otros que fue jefe de seguridad de una empresa hotelera en República Dominicana). ¿Fue él mismo quien las difundió para despistar? "Algunas cosas es mejor que no se sepan nunca", dijo en 2008 el director de los servicios de información durante la Transición, Andrés Cassinello...
El comisario Roberto Conesa murió el 26 de enero de 1994 a los 77 años de edad. Fue, tal como lo definió el escritor Jorge Semprún, "la imagen genérica de un pasado de violencia y de sangre".
ANEXO 1: Carta del Jefe Superior de Policía de Madrid sobre Roberto Conesa, 1952 (FUENTE)
ANEXO 2: Documento oficial del expediente de Roberto Conesa sobre su viaje a EEUU para ser entrenado por la CIA (FUENTE)