El miedo al virus como instrumento para imponer el despotismo
Published on: martes, 23 de noviembre de 2021 //
dictadura sanitaria,
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(Resumen de un imprescindible artículo de Jonathan Sumption en The Telegraph)
Esta última ola de autoritarismo Covid en Europa ha establecido un peligroso precedente.
La democracia liberal puede ser subvertida fácilmente por el miedo.
En toda Europa, las normas básicas que imperan en una sociedad civilizada están siendo sustituidas por el pánico. Los no vacunados están siendo excluidos de un conjunto creciente de derechos básicos. Austria los ha puesto fuera de la ley. Italia les ha impedido trabajar.
La policía holandesa ha disparado contra manifestantes anti-confinamiento, hiriendo gravemente a algunos de ellos. Asistimos a la locura extrema de unos políticos aterrorizados, incapaces de aceptar su impotencia ante lo que son fenómenos naturales.
Si los confinamientos, los cierres forzosos de empresas y otras brutales restricciones funcionan, ¿por qué se encuentran ya estos países en su quinta ola y en su tercer o cuarto confinamiento?
¿Cuánto tiempo ha de pasar para que reconozcamos que estas restricciones simplemente aplazan los contagios al período siguiente y vuelta a empezar? La lógica de obcecarse con estas medidas implica que las restricciones nunca podrán ser levantadas definitivamente.
Lo que al principio se justificó como medidas temporales para contener la situación hasta que las vacunas estuvieran disponibles, amenazan con convertirse en imposiciones que cambien definitivamente la forma de vida de la gente.
Quizá el elemento más repugnante de esta crisis sea el hábito de los políticos de culpar a otros por aquello que no es más que el fracaso de sus propias políticas.
Oponerse a las vacunas es absurdo. Son muy eficaces para prevenir la enfermedad grave y la muerte. Pero no son tan efectivas contra la transmisión del virus como al principio se creía.
La causa del desastre reside en que los gobernantes han enfocado la pandemia como un mero problema técnico de gestión de salud pública, olvidando que tiene unas repercusiones económicas sociales y políticas muy complejas.
Esto lleva a la irreflexiva creencia de que no existen límites a aquello que una mayoría presa del pánico pueda imponer legítimamente al resto con la esperanza de protegerse ellos mismos contra la infección.
La ausencia de escrúpulos morales en la persecución de lo que se considera un bien público, es el primer síntoma del totalitarismo. La reducción de los seres humanos a meros instrumentos de la política del gobierno es el siguiente.
La interacción social con otras personas no es simplemente una actividad de ocio prescindible, sino una necesidad humana básica. Un cierto respeto a la autonomía personal de nuestros semejantes es esencial si queremos vivir juntos con cierta armonía.
Son estos elementos los que nos permiten constituir una comunidad. Los gobiernos que los niegan están cruzando una crítica línea moral e, inevitablemente, agrediendo sistemáticamente los rasgos más humanos de su población.
Aquellos que se niegan a vacunarse pueden ser imprudentes, quizás egoístas, pero... si ni siquiera se les permite decidir a qué intervenciones médicas están dispuestos a someterse o que sustancias aceptan sean introducidas en su cuerpo, entonces se les está despojando de su autonomía como seres humanos.
Se abre así la puerta que conduce al despotismo y a la interminable discordia social. El resto de nosotros debería ser muy consciente de la enorme facilidad con que la democracia liberal puede ser subvertida por el miedo.