La última ola de autoritarismo Covid en Europa ha sentado un nuevo precedente peligroso
por Jonathan Sumption (miembro del Tribunal Supremo del Reino Unido de 2012 a 2018)
La ausencia de escrúpulos morales en la búsqueda de lo que se considera un bien público es el primer síntoma del totalitarismo.
En toda Europa, las normas básicas de la sociedad civilizada están dando paso al pánico. Los no vacunados están siendo excluidos de una gama cada vez más amplia de derechos básicos. Austria los ha criminalizado. Italia les ha impedido hacer su trabajo. La policía holandesa ha disparado contra manifestantes anti-confinamiento, hiriendo gravemente a algunos de ellos. Asistimos a la máxima locura de políticos asustados que no pueden aceptar que son impotentes ante algunos fenómenos naturales.
Si los confinamientos, los cierres forzosos de empresas y otras contramedidas brutales funcionan, ¿por qué estos países se encuentran en su quinta ola de pandemia y en su tercer o cuarto confinamiento? ¿Cuánto tiempo debe durar esto antes de que reconozcamos que estas medidas simplemente retrasan las infecciones al período posterior a su levantamiento?
La actual lógica de persistir en los confinamientos es que nunca podrán ser levantados. Lo que alguna vez se justificó como medidas temporales para mantener estable la situación hasta que las vacunas estuvieran disponibles, amenaza con ser impuestas a las personas como cambios permanentes en su forma de vida. Quizás la característica más fea de la crisis es la costumbre de los políticos de culpar a otros por el fracaso de sus propias políticas. La oposición a las vacunas es una tontería. Son muy eficaces para prevenir enfermedades graves y la muerte. Pero no son tan eficaces como se pensaba contra la infección o la transmisión del Coronavirus.
El canciller austriaco se ha puesto al frente del juego de echar la culpa a otros de lo que pasa. Y otros se sienten tentados a seguirle por ese camino. Sin embargo, la proporción de personas completamente vacunadas en Austria, del 64%, está muy por encima de la media europea (57%) y no muy por debajo de la de UK (68%). Los Países Bajos y Bélgica se encuentran entre los países más vacunados de Europa, con un 74%, pero han experimentado algunos de los mayores aumentos del número de infecciones. Mientras tanto, se olvida la dimensión moral. El problema básico es el enfoque de la pandemia tratándola como una cuestión puramente técnica de gestión de la salud pública, cuando también es una cuestión compleja en los campos económico, social y político.
Esto lleva a la suposición irreflexiva de que no hay límites a lo que la mayoría asustada puede imponer legítimamente a otros con la esperanza de protegerse contra la infección. La ausencia de escrúpulos morales en pos de lo que se considera un bien público, es el primer síntoma del totalitarismo. La reducción de los seres humanos a meros instrumentos de política estatal es la siguiente.
La interacción social con otras personas no es una actividad de ocio opcional, sino una necesidad básica de la humanidad. Un mínimo de respeto por la autonomía personal de nuestros semejantes es esencial si queremos vivir juntos en algún tipo de armonía. Estas cosas son las que nos hacen una comunidad. Los gobiernos que los ignoran cruzan una importante línea moral e inevitablemente se ven envueltos en un ataque sostenido contra la humanidad de su pueblo.
Aquellos que se niegan a vacunarse pueden ser imprudentes, quizás egoístas. Pero si ni siquiera se les permite decidir qué procedimientos médicos se someterán y qué medicamentos recibirán en sus propios cuerpos, entonces no queda mucho de su autonomía como seres humanos. El camino está abierto al despotismo y una discordia social interminable.
El resto de nosotros debería observar y notar cuán fácilmente la democracia liberal puede ser subvertida por el miedo.