Published on: domingo, 12 de enero de 2014 //
Boletin01,
Nacionalismo,
sociedad
Euskadi
en los 80, hoy cataluÑa: el nacionalismo y su utilidad como arma del
poder en la lucha de clases
Refiriéndose
a un acontecimiento del siglo XIX, Marx decía que la primera vez fue
una tragedia, pero la segunda era una farsa. Eso mismo puede
afirmarse del sainete catalán, que es una mala copia del movimiento
nacionalista o “abertzale”
(es decir, patriota) que se convirtió en un movimiento de masas en
Euskadi durante la Transición.
Hoy
como ayer, una región sumida en un doloroso proceso de
transformación económica, de la noche a la mañana se transforma en
un foco independentista: el monotema es la nación, el argumento son
la lengua y la independencia, y el decorado es un mar de banderas
hasta en el último rincón. Eso sí, otro “detalle”
es fundamental para el espectáculo: la
desaparición de cualquier discusión sobre la situación económica
y posibles soluciones. De esta forma, la lucha nacional se impone a
la lucha de clases, haciendo imposible cualquier resistencia.
Euskadi
muestra con claridad lo que la clase trabajadora ha de esperar de
esos nacionalistas “de izquierdas“:
ni el burgués PNV ni la “revolucionaria”
HB movieron un dedo para impedir una reconversión industrial
neoliberal que buscaba eliminar la industria pesada vasca. Dicha
reconversión era el objetivo de las élites vascas de Neguri, y
contó con la ayuda inestimable de HB y su entonces poderoso sector
proletario (hoy ya inexistente), cuyo líder era Jon Idigoras.
El lobo y las gallinas: Boi Ruiz, consejero catalán de Salud y ex-jefe de la patronal catalana de la sanidad privada, responsable de recortar un 20% el presupuesto catalán de sanidad.
Un
ejemplo clarificador es lo ocurrido con Euskalduna, el principal
astillero de la ría de Bilbao. La decisión de cerrar el astillero
coincidió con el momento álgido del nacionalismo abertzale, que se
autocalificaba (y lo sigue haciendo) de izquierdista. En aquella
época (los 80) HB y su sindicato, LAB, fueron capaces de paralizar
Euskadi durante una semana en una huelga general a favor de los
presos de ETA, pero no movieron un dedo para impedir la reconversión,
al contrario: en los libros y documentales sobre la lucha de
Euskalduna la “izquierda“
abertzale brilla... por su ausencia.
Desgraciadamente
para HB y LAB, la CNT no dejó de existir pese a los desastres
sufridos en la transición. Gracias a ello sabemos que no sólo
resistir era posible: vencer, también. El Ministerio de Industria
intentó en la misma época cerrar el astillero de Puerto Real
(Cádiz), uno de los mayores de España, pero debido a que la CNT
local logró sobrevivir a la ruptura interna, el anarcosindicalismo
pudo, nuevamente, recordar a la clase trabajadora que la unión hace
la fuerza, y tras meses de una batalla campal descomunal, el Estado
al final cedió, y abandonó sus planes de reconversión. ¿Y en
Euskadi? Euskalduna se desmanteló, enviando al paro a miles de
familias, y en sus terrenos se construyó el museo Guggenheim. Las
consecuencias sociales del desmantelamiento de la industria vasca
fueron similares a los plasmados en la película “Los
lunes al sol“.
Hoy
día, Cataluña hace frente a una situación similar: en una nueva
vuelta de tuerca, tras haber logrado eliminar o privatizar las
empresas productivas estatales, el objetivo del neoliberalismo es
acabar con el estado del bienestar, privatizándolo. El modelo a
seguir, de nuevo, es EEUU, donde la sanidad es la más cara del mundo
occidental, lo que no impide que la tasa de mortalidad sea también
la más elevada. Para llevar a cabo dichos planes, Artur Mas ha
nombrado consejero de salud nada menos que al jefe de la patronal de
la sanidad privada. No debería de sorprender a nadie, por tanto, que
la sanidad sea precisamente la más afectada por los recortes: su
presupuesto se ha reducido nada menos que un 20%. El segundo sector
más afectado es la educación, con un recorte del 10%. Mientras se
lleva a cabo esta salvajada, que va a costar miles de vidas (de
manera silenciosa, eso sí), la aspiración de la juventud catalana
es... plantar una senyera en las 800 principales cumbres de Cataluña.
Y mientras cientos de miles se apuntaban a la cadena humana por la
independencia, tan sólo 300 se apuntaban a otra marcha en defensa de
la educación pública.
También
en Cataluña la CNT demostró que la resistencia es posible. El fin
de la Primera Guerra Mundial impuso la reducción de la industria
catalana, y para impedir resistencias la burguesía catalana intentó
utilizar la zanahoria del nacionalismo. La labor de zapa del
anarquismo lo impidió, y el resultado fue el nacimiento de la CNT
como organización de masas, que poco después (1919) lograría la
jornada de 8 horas. Para impedirlo, el catalanismo organizó los
escuadrones de la muerte del pistolerismo y, al fracasar estos, el
golpe de Estado de Primo de Rivera. No es la creación de un estado
miniatura lo que buscan las burguesías catalana y vasca, verdadera
vanguardia industrial y financiera del capitalismo español. El
objetivo de la farsa nacionalista es evitar que logremos repetir lo
ocurrido en 1919. El nuestro debería ser lograrlo y devolver al
basurero de la historia el populismo nacionalista.