La crisis del sistema financiero global que se anunciaba a lo largo de 2019, la lucha de occidente encabezado por EEUU contra el ascenso imparable de China, y la toma del poder en el mundo real por parte de los nuevos barones feudales del mundo virtual han tenido en el Coronavirus su cristalización idónea. En poco tiempo, el sistema financiero ha recibido inmensas inyecciones financieras camufladas como ayudas contra las consecuencias de las medidas draconianas tomadas contra el Coronavirus, sin que nadie se pregunte porqué, de nuevo, el mundo se sacrifica para salvar al piel a los mismos a los que se rescató en la crisis financiera de 2007/8; de la misma forma, EEUU y sus aliados han empezado a reestructurar las cadenas globales de producción para excluir a China, reestructuración que sin la excusa de "combatir al Coronavirus" habría generado enormes resistencias; y, en occidente, las medidas para "luchar contra el Coronavirus" están destruyendo precisamente a aquellos sectores económicos que obstaculizaban la toma de control de la economía por los monopolios digitales de Silicon Valley (sistemas públicos de sanidad y educación, pequeño comercio), además de imponer el uso de las diversas plataformas digitales en la vida diaria, algo que antes habría sido impensable.
Las consecuencias de todo esto están empezando a ser visibles: económicamente, la principal consecuencia de las medidas contra el Coronavirus han sido un desempleo masivo, que parece que ha venido para quedarse; un aumento gigantesco de la polarización social mediante el nuevo modelo de capitalismo digital, que es aún más injusto que el modelo neoliberal; y la amenaza en el horizonte de una devaluación masiva del valor de las cosas y los ahorros que poseen la case trabajadora, debido a que la masa monetaria en circulación se está duplicando. Socialmente, las medidas contra el Coronavirus han servido como un instrumento excelente para enfrentar a la población, en 2020 por las máscarrillas y los confinamientos, en 2021 por las vacunas; esas mismas medidas, además, han anulado cualquier posibilidad de resistencia frente al empobrecimiento acelerado de millones de personas, y además permiten la implantación de un modelo de control social que se habría considerado impensable hace tan sólo un año. A nivel internacional, las medidas contra el Coronavirus están hundiendo en la miseria al Tercer Mundo, al provocar una carestía de alimentos y aumentar la deuda externa; y el Coronavirus está siendo utilizado de manera creciente como argumento contra China en la nueva Guerra Fría.
En resumen, el Coronavirus está desviando la atención de las inmensas subvenciones entregadas al capital, que manda al paro a mas del 40% de una clase trabajadora que permanece encerrada incapaz de defenderse: esto no es (solo) una crisis sanitaria, es un robo a gran escala. Y el Coronavirus es también un instrumento para justificar el cerco de China, así como para mantener sometido al Tercer Mundo. El Coronavirus es, en definitivas cuentas, un arma al servicio de los poderosos, que han logrado aumentar sus riquezas un 30% a lo largo de 2020 gracias a las medidas para combatir la pandemia, las mismas que han hundido a la clase trabajadora en la pobreza. Esto no es una crisis sanitaria, sino una nueva forma de la guerra de clases.